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Ayuntamiento de Madrid Ana Botella y Manuela Carmena, dos alcaldesas con "medallas de honor" y legados en las antípodas 

El Ayuntamiento de Madrid concede su máxima condecoración a las dos únicas mujeres que han sido alcaldesas de la capital. Ambas recibirán la distinción el 15 de mayo, día de San Isidro, patrón de la ciudad. La medida ha causado cierto malestar entre una parte de la izquierda al equiparar a dos figuras políticas cuya trayectoria vital y política es tan opuesta.

Carmena y Botella
Manuela Carmena y Ana Botella en sendas fotos de archivo. Archivo / Agencias

El pasado lunes, en un un pleno extraordinario y urgente que se había pospuesto para después de las elecciones del 4M, el Ayuntamiento de Madrid concedió la Medalla de Honor, su más alta condecoración, a las dos últimas exalcaldesas de la ciudad, Ana Botella y Manuela Carmena. Ambas recibirán la distinción el próximo sábado 15 de mayo, día de San Isidro, patrón de la capital del Estado. La medida viene envuelta en una doble controversia: por un lado, ha reabierto heridas entre la izquierda madrileña y por otro, ha causado cierta sorpresa al equiparar a dos figuras políticas cuya trayectoria y legado al frente de la Alcaldía están en las antípodas.

La concesión de las medallas estuvo rodeada de polémica desde el principio: se votó de forma conjunta para las dos exalcaldesas y Más Madrid se sumó a PP y Ciudadanos (Cs) para aprobar la medida, aunque eso implicara conceder la distinción a Ana Botella, la antigua regidora del PP que pasó a la historia por vender 1.860 viviendas sociales a un fondo buitre en 2013. No lo hizo así el PSOE, que votó en contra pero no por Manuela Carmena, sino por Ana Botella. La decisión tampoco gustó a los cuatro concejales carmenistas que rompieron con Más Madrid el pasado mes de marzo y que se agrupan en torno a Recupera Madrid, aunque a día de hoy, por cuestiones normativas, sigan adscritos al grupo municipal que lidera Rita Maestre y no pudieran, por tanto, votar en contra de la propuesta. 

"No nos gusta el pasteleo ni el medalleo político: Más Madrid se ha equivocado. Manuela Carmena es nuestra amiga y la admiramos. Pocas personas hay que tengan más merecimientos para recibir una medalla, pero nos oponemos a que se entregue en plan industrial, en un pack hipócrita con Ana Botella", explicó en un vídeo publicado en su cuenta de Twitter Luis Cueto, uno de los cuatro concejales que salieron de Más Madrid.

El PSOE, a través de su portavoz en el pleno, la concejala Mar Espinar, fue incluso más rotunda en su crítica a una votación conjunta: "Tan seguros están ustedes de lo escandaloso que es promocionar a la señora Botella, que han tenido que echar mano de la señora Manuela Carmena, una alcaldesa elegida en las urnas y que se diferenció en todo de la señora Botella. Han intentado blanquear la gestión de Botella ensuciando la de Carmena, y se lo dice alguien nada sospechosa de ser fan de Manuela Carmena".

Ante las críticas de las otras formaciones de izquierda, la portavoz de Más Madrid en el Ayuntamiento, Rita Maestre, explicó que votaron a favor de todas las medallas a entregar en San Isidro porque el pluralismo es lo que diferencia la institución del partido.

En cualquier caso, la concejala socialista puso el dedo en la llaga con sus palabras. Espinar criticó que se se distinga a Botella "sin contar con ningún punto sobresaliente que haya contribuido a la vida de la ciudadanía".

La representante del PSOE hizo un somero pero contundente repaso de la gestión de Botella para oponerse a lo que denominó "un atropello institucional". "Nunca pude imaginar que se arrastraran tanto palabras como mérito y capacidad. Se obvia la venta de vivienda social a un fondo buitre; tampoco se indica nada de la gestión que hizo de las basuras o del arbolado, que tantos problemas han generado años después y tampoco se relata nada del fracaso olímpico y los costes que ha supuesto para el Ayuntamiento de Madrid", afirmó Mar Espinar.

Las ocurrencias de Botella

Ana Botella fue la primera mujer en ocupar el sillón de la Alcaldía en Madrid, pero lo hizo sin pasar por las urnas. Fue nombrada el 27 de diciembre de 2011 después de que el entonces alcalde, Alberto Ruiz-Gallardón, dimitiera para ocupar el cargo de ministro de Justicia en el Gobierno de Mariano Rajoy.

Botella había entrado como concejala del Ayuntamiento de Madrid en 2003 con el aval de su marido, José María Aznar, en las listas de Gallardón. Discreta al principio, con los años fue ganando cuotas de poder en el grupo municipal del PP pese a su verbo confuso y atropellado y a una buena colección de declaraciones polémicas cuando no sorprendentes o fuera de lugar. Sirva como ejemplo que en febrero de 2011, siendo concejala de Medio Ambiente, le preguntaron por la alta contaminación de Madrid y ella respondió hiératica: "El paro asfixia más", o cuando afirmó, en septiembre de 2010, que los mendigos eran "la cosa por la que más he trabajado".

Pese a estas y otras muchas ocurrencias, su discurso marcadamente conservador y, todo hay que decirlo, la proyección pública alcanzada tras el paso de su marido por la Moncloa, le sirvió para hacer carrera en un Ayuntamiento gobernado por el PP y llegar a la cúspide en diciembre de 2011. Comenzó entonces una gestión tan improvisada como su verborrea. Una gestión caótica que se caracterizó por los recortes, el estrangulamiento de la participación ciudadana (llegó a pedir que las manifestaciones ciudadanas se realizaran todas en un mismo lugar alejado del centro y que los jueces no escucharan a las calles) y el ostracismo de los movimientos vecinales.

Sin embargo, hay varios momentos que marcan negativamente su legado: la tragedia del Madrid Arena en la que murieron cinco jóvenes, la venta irregular entre 2012 y 2013 de 1.860 viviendas sociales, 1.797 plazas de garaje y 1.569 trasteros en plena crisis económica a dos filiales españolas del fondo buitre Blackstone por 128,5 millones de euros cuando su valor de mercado alcanzaba los 151 millones, la huelga de los trabajadores de la limpieza en 2013 y su ridículo mundial en septiembre de 2013 durante su discurso de presentación en Buenos Aires de la fracasada candidatura olímpica de Madrid: aquel fue el día del ya célebre "relaxing cup of café con leche" que pasó a la posteridad.

La muerte de cinco chicas jóvenes aplastadas por el exceso de aforo durante una fiesta en el recinto municipal Madrid Arena en la madrugada del 1 de noviembre 2012 fue su primer revés político. Botella fue muy criticada entonces porque en el momento de la tragedia se encontraba junto a familia pasando el puente en un balneario en Portugal. A pesar de la tragedia, la alcaldesa de Madrid decidió permanecer en el país vecino y descartó adelantar su viaje.

Luego llegaría la venta de las viviendas sociales a Fidere, la filial española de Blackstone, un fondo buitre, a un precio inferior al del mercado. Años después, concretamente en 2016, Manuela Carmena denunció a Botella y a sus colaboradores por esa venta irregular, que en su día la del PP despachó con otra de sus ocurrencias: "Sólo es un cambio de casero". Aunque diciembre de 2018 el Tribunal de Cuentas condenó a Botella y a otros siete cargos de su equipo a pagar 23 millones de euros por el daño causado a las arcas municipales, meses después rectificó su decisión y absolvió a la exalcaldesa del PP. El Ayuntamiento de Madrid tenía la opción de recurrir ante el Tribunal Supremo, pero Carmena ya no estaba y el actual regidor, José Luis Martínez-Almeida, decidió salvar a su compañera de partido.

Pocos meses después, Botella defendió ante el Comité Olímpico Internacional (COI) la candidatura de Madrid para organizar los Juegos Olímpicos de 2020. Se jugaba su futuro político: los Juegos para Madrid eran su oportunidad y su excusa para seguir al frente de la Alcaldía. Pero la pifió con un discurso en un pésimo inglés que ya forma parte de las meteduras de pata más famosas de la historia de España. Fue el famoso "a relaxing cup of café con leche en la Plaza Mayor". Madrid no logró los Juegos y la estrella de Botella empezó a apagarse.

La huelga de los trabajadores de la limpieza, también en 2013, es otro punto oscuro en su currículo: tras recortar en un 27% el presupuesto y permitir que las empresas concesionarias plantearan un ERE para 1.144 trabajadores (entonces el servicio ya estaba privatizado), tuvo finalmente que doblegarse después de 13 días de paro de los trabajadores y anular los despidos. Tras aquel conflicto laboral, Botella reclamó públicamente endurecer la regulación del derecho de huelga y se presentó como víctima: dijo que los trabajadores iban contra ella.

Con su crédito político bajo mínimos y lastrada por una mala gestión, Botella tuvo que asumir la realidad y anunció en septiembre de 2014 que no se presentaría a las elecciones municipales de 2015. Meses después surgiría la figura de Manuela Carmena, una jueza ya jubilada que antes, durante la dictadura y los primeros años de la transición, había ejercido como abogada laboralista. 

Carmena supuso un soplo de aire fresco para la izquierda madrileña en 2015. Frente a Botella, emergió una alcaldesa que por talante, discurso, trayectoria vital y estilo era lo opuesto a su antecesora. Progresista, feminista y con una reconocida trayectoria como jurista, saltó a la arena política de la mano de Pablo Iglesias cuando contaba 71 años de edad. Con un estilo cercano y un discurso sencillo, pero claro y amable a la vez, ganó las primarias de la candidatura de unidad popular que se articuló en torno a Podemos, llamada entonces Ahora Madrid. Tras una campaña en la que su rival del PP, Esperanza Aguirre, la atacó constantemente, Carmena quedó segunda, a un solo escaño de su rival. Un pacto con el PSOE la llevó a la Alcaldía en junio de 2015.

Luces y sombras de Carmena

Empezaron cuatro años en los que Carmena y su equipo quisieron demostrar que había otra forma de gestionar una gran ciudad como Madrid. Lo lograron a medias. Carmena abrió las puertas del Ayuntamiento de Madrid a la participación ciudadana a través de la plataforma Decide Madrid y la instauración de los presupuestos participativos; cedió espacios municipales a las asociaciones vecinales; remunicipalizó servicios como el de la Funeraria, Bicimad, Teleférico y numerosos párkings; puso en marcha la construcción de 4.000 viviendas sociales; cambió el nombre de algunas calles para eliminar del callejero de la capital el nombre de reconocidos franquistas; hizo una reforma integral de la Gran Vía que daba más espacio a los peatones y menos a los coches; redujo a la mitad la ingente deuda que había dejado Gallardón y Botella (de casi 6.000 millones a 2.736) e impulsó Madrid Central, la zona de bajas emisiones restringida al tráfico en el centro de la ciudad que acaba de tumbar el Tribunal Supremo, dando así la razón al PP.

La gestión de Carmena también tuvo alguna sombra. Dos destacan: la llamada Operación Chamartín, el megaproyecto urbanístico que se está desarrollando al norte de la ciudad, y su ruptura con Pablo Iglesias y con Podemos a pocos meses de las elecciones de 2019.

Por lo que se refiere al megaproyecto urbanístico más importante de Madrid en los próximos 25 años, Madrid Nuevo Norte (antes denominado Operación Chamartín), Carmena se vio obligada rectificar su planteamiento inicial: renunció a tener más zonas verdes y menos edificabilidad y cerró un acuerdo con los promotores y los constructores que dejó tanto a Podemos como a Izquierda Unida (IU) muy descontentos.

La ruptura del espacio de la candidaturas del cambio es su mayor debe. Fueron ella e Íñigo Errejón los que rompieron con Unidas Podemos casi sin avisar a menos de cuatro meses de las elecciones municipales de 2019 para fundar Más Madrid. Carmena siempre reivindicó su propia autonomía para confeccionar su equipo y cuando anunció que se presentaría a la reelección ya avisó que sería sin partidos pero sí con personas. Sin embargo, rechazó a los miembros elegidos en las primarias de Podemos para el grupo municipal e incluso propuso sitios en la lista a IU a espaldas del partido morado. Aquello lo dinamitó todo y la izquierda alternativa madrileña volvió a acudir a una cita electoral dividida. Carmena perdió la alcaldía en 2019 y se fue a su casa. Dos años después la historia se repite, esta vez a cuenta de una entrega de medallas. 

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