Este artículo se publicó hace 15 años.
La fe empieza a tirar de inmigración
La diócesis más pequeña de España, Ciudad Rodrigo, recurre a los extranjeros por falta de vocaciones
La falta de vocaciones ha conllevado que la diócesis salmantina de Ciudad Rodrigo, la más pequeña de España, haya tenido que recurrir a curas y a monjas de África y América, para que estén atendidos conventos y parroquias de zonas rurales muy despobladas.
De esta manera, en los cuatro conventos de clausura de la Diócesis de Ciudad Rodrigo hay monjas, en algunos casos la totalidad, procedentes de países como Perú, México o Kenia.
Lo más llamativo ha tenido lugar en los últimos días, tras la decisión del obispo diocesano, Atilano Rodríguez, de nombrar párroco de Barruecopardo y Cerezal de Peñahorcada, dos poblaciones rurales de la comarca de Vitigudino, a Jean Claude Bizimungu, de nacionalidad ruandesa.
Bizimungu ha asegurado que lejos de lo que pueda parecer, ha tenido "una acogida extraordinaria, ya que la gente de campo tiene el corazón muy abierto".
La Diócesis de Ciudad Rodrigo es, además, una de las más envejecidas, con una media de edad de sus curas de 64 años, dos por encima de la media nacional, del total de 58 sacerdotes que aún permanecen en activo.
La votos eclesiásticos de personas inmigrantes han hecho posible que aún permanezca activo el conocido convento de El Zarzoso, ubicado en una ladera de la Sierra de Francia y cuyo nombre oficial es el de Nuestra Señora de Porta Coeli.
Aquí sólo hay monjas que vinieron hace trece años, todas procedentes de la Tercera Orden Franciscana de México. Se trata de siete monjas que hicieron posible que en 1993 no desapareciera este convento, en el que sólo quedaban tres monjas muy mayores.
"Fue el entonces obispo de Ciudad Rodrigo, Julián López, el que, durante un viaje que hizo a México en 1992, logró, tras conversar con la entonces presidenta de la Federación Franciscana de México, Evangelina Gómez, que varias monjas de allí, de la Orden Regular de San Francisco, nos asentáramos aquí", ha explicado a la superiora de El Zarzoso, Magdalena Hernández Leal.
Las siete mexicanas han adquirido todas las costumbres de sus predecesoras españolas, por lo que se afanan, a diario, en la elaboración de dulces típicos, como perrunillas, pastas, obleas o mantecados.
Una de ellas, Soledad Nieto, ha matizado que en la elaboración de dulces "hemos logrado introducir variedades de México, como los palitos de nata, las galletas de vainilla o el bocado de dama, que es muy parecido al mantecado pero con yema de huevo".
Además, las monjas de El Zarzoso también hacen de pastoras con un rebaño de ovejas que mantienen en el recinto del convento.
Otro de los conventos de clausura que se nutre de vocaciones extranjeras para su supervivencia es el de las Carmelitas Descalzas de Ciudad Rodrigo, donde cinco de ellas son de España y el resto de Perú, que dedican la mayor parte de las horas del día a la elaboración de ornamentos religiosos con bordado.
Las Madres Agustinas de San Felices de los Gallegos también tienen claro que el futuro del convento pasa por las monjas llegadas de otros países. De hecho, entre las quince que habitan este entorno religioso de vida contemplativa, dos, las únicas jóvenes, han venido hace algunos años desde Kenia.
"Las dos hermanas kenianas son el futuro de este convento", ha asegurado la madre superiora, Lucía Bravo González.
La falta de vocaciones en la Diócesis de Ciudad Rodrigo es tal que en algunos arciprestazgos tres curas están al frente de trece parroquias o, lo que es lo mismo, de trece pueblos diferentes.
Por eso, algunas monjas se tienen que encargar de dar la tradicional misa de los domingos, lo que en el argot eclesiástico se denomina "celebración dominical en ausencia de presbítero".
Comentarios de nuestros suscriptores/as
¿Quieres comentar?Para ver los comentarios de nuestros suscriptores y suscriptoras, primero tienes que iniciar sesión o registrarte.