Este artículo se publicó hace 2 años.
Sangre, sexo y muerte, puro amor por el cine independiente
Ti West declara su amor por el cine independiente en 'X', un slasher magníficamente rodado, con sus imprescindibles torrentes de sangre y divertidísimo, con el que revela las amenazas del sueño de juventud y el genuino terror a envejecer.
Madrid-
"El cine oficial en todo el mundo está acabado. Es moralmente corrupto, estéticamente obsoleto, temáticamente superficial, temperamentalmente aburrido". Eran palabras de los resistentes frente al cine de Hollywood y contra el Comité de Actividades Americanas. Eran los sesenta y aquellos cineastas iniciaron la milagrosa corriente del Nuevo Cine Americano, al que una década más tarde se uniría el propio Hollywood produciendo a algunos de estos directores y a sus herederos directos.
El cineasta Ti West, uno de los nombres destacados del nuevo cine de terror, declara ahora su amor por esa forma de hacer cine y por aquellos talentos en su nuevo trabajo, X , homenaje al cine independiente, que ya proclama uno de sus personajes al comienzo de la historia: "Es posible hacer una buena peli porno". Ambientada en la Texas rural de 1979, la película es slasher en estado puro, con torrentes de sangre y un agudo sentido del humor. Diversión, talento narrativo, genuino buen cine. ¡Abajo el cine oficial!
Envejecimiento y mortalidad
Protagonizada por la actriz Mia Goth, en dos papeles diferentes, la película también es una revisión de los días en que la sociedad americana debía decidir si aceptaba o no a las nuevas olas de juventud, con las que, inevitablemente, tendría que admitir su envejecimiento y mortalidad. Y para hacer ese viaje a la América profunda, a la del final de la Guerra de Vietnam y del feminismo de la segunda ola, del Movimiento por los Derechos Civiles y de la revolución sexual, Ti West reúne en una remota granja de la Texas rural a una pandilla de jóvenes cineastas entusiasmados con su nuevo proyecto, rodar una película porno.
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Dos strippers, un veterano de Vietnam, un productor, un director intruso en el territorio del cine de adultos y su discretísima novia ocupan una casa al lado del edificio principal, en el que vive una pareja de ancianos, Pearl y Howard. Ella fue una brillante y hermosa bailarina en su juventud, que abandonó sus sueños artísticos al casarse con él, un veterano de la Segunda Guerra Mundial. Apartada del mundo y arrepentida de aquella rendición, vive enloquecida por el deseo sexual que la asalta todavía a pesar de su decrepitud. La visión de la joven, ambiciosa y decidida Maxine desatará su delirio asesino.
"El poder de Satán"
"Howard y Pearl no tienen nada sobrenatural. Cinematográficamente, puede que se los trate un poco como a los monstruos de una película de monstruos, pero los 'villanos' de esta cinta no son más que gente", aclara en las notas de producción Ti West, que da en el clavo al incluir en un momento concreto de la historia las preguntas que se hacía Stevie Nicks cantando. "¿Puedo navegar a través de las cambiantes mareas del océano? / ¿Puedo manejar las estaciones de mi vida?" Para solo un poco después contestarse: "Yo también estoy envejeciendo".
La conocida canción de Fletwood Mac suena en el momento en que va a comenzar a derramarse sangre, a mutilarse cuerpos… cuando las amenazas que han ido asomando —un siniestro cocodrilo, unos buitres… y los ancianos dementes— van a desplegarse contra los jóvenes. Mientras en la televisión resuenan las palabras de un reaccionario telepredicador: "El poder de Satán, Yo lo conozco de primera mano".
"Apasionados del arte"
Un montaje paralelo de la vieja Pearl acariciando el hermoso y joven cuerpo de Maxine mientras esta duerme, con las imágenes del rodaje de la película porno sube la tensión de la historia y revela la amenaza de una sociedad alienada por el sueño de juventud. "Envejecer es algo deprimente e inevitable cuando, afrontémoslo, hay muchas cosas en nuestra sociedad que están reservadas para los jóvenes", sentencia West.
Imágenes en super 8 de la película que están rodando los personajes, despiadados reflejos de vejez en los espejos mientras se acerca a los cuerpos pletóricos medio desnudos de estos jóvenes, una banda sonora magnífica… componen un collage insuperable para reconocer que lo que nos da realmente miedo es ese declive, la caducidad física. Ahí vive el genuino terror.
Y todo ello rodado con entusiasmo y gran personalidad visual, reconociendo ese tiempo en que el cine americano se despegaba de las imposiciones y las reglas de los grandes estudios. "Cuando veo películas de los 70, es evidente que las hacían verdaderos apasionados del arte del cine y eso es algo que echo de menos", confiesa el cineasta, que asegura que uno de "los principales factores que me movió a hacer X fue que quería desarrollar algo con escasas pretensiones intelectuales y ver si podía convertirlo en algo más intelectual. Me resultó un reto inspirador tomar los tópicos tradicionales del sexo y la violencia propios del cine de la época y reinventarlos de una manera más reflexiva".
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