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El 'boom' de la escalada intensifica su regulación en espacios naturales de Catalunya

Una parte de los nuevos practicantes de este deporte también se engancha a la escalada al aire libre, donde crecen las normativas para proteger la biodiversidad y para controlar la masificación que impacta en algunos de los grandes paraísos mundiales de esta actividad, como Margalef y Siurana, en la comarca catalana del Priorat.

11/2022 - Una dona escalant al Parc del Montgrí, les Illes Medes i el Baix Ter.
Una mujer escalando en el Parque Natural del Montgrí, les Illes Medes i el Baix Ter. ACN

Hace poco más de dos semanas, el Parc Natural del Montgrí, les Illes Medes i el Baix Ter -en el Empordà, en Girona, anunció que regularía la práctica de la escalada. La normativa, consensuada con representantes de los escaladores, la Federació d'Entitats Excursionistes de Catalunya (FEEC) y el cuerpo de Agents Rurals, pretende garantizar la preservación de la biodiversidad del Parque, especialmente de las aves que habitan en él. No se trata de una regulación excepcional, sino del último ejemplo de la proliferación de medidas que, justamente, buscan proteger a un medio natural que suma cada vez a más personas que practican deporte.

De hecho, la masificación puntual de determinadas cumbres y parajes -un fenómeno al alza desde la pandemia de la covid-19- abrió hace ya un par de años el debate de regular el acceso a la montaña, paso previo a la posterior aplicación de algunas iniciativas que tienen el objetivo de evitar aglomeraciones excesivas en entornos naturales protegidos y respetar el medio ambiente.

En Catalunya, la regulación pionera de la escalada la encontramos en el Parc Natural de Montserrat y data de 2008, pero es sobre todo en los últimos años cuando normativas de este tipo se han extendido, a raíz de la enorme eclosión que vive este deporte. En gran parte, por la expansión de los rocódromos, que lo han popularizado enormemente y han añadido miles de personas a los practicantes de las diversas variantes de la escalada al aire libre: la clásica o tradicional, en la que se trata de subir una vía, normalmente larga, desde abajo y hasta arriba y donde el primer escalador se encarga de colocar los anclajes -que serán retirados al terminar la actividad- para garantizar la seguridad de la cordada; la libre, en la que solo se utilizan manos y pies como elementos de progresión; o la deportiva, que como sistema de seguridad utiliza seguros fijados permanentemente a la pared y con frecuencia se basa en vías cortas, que pueden ser bastante accesibles desde donde se aparca. Este último estilo es el más popular actualmente al aire libre y el que provoca que haya miles y miles de paredes agujereadas a golpe de taladro.

En 2020, el Espacio de Interés Natural de la Alta Garrotxa también aprobó una regulación de la actividad, mientras que se estudia sacar adelante medidas en Margalef y Siurana, en la comarca del Priorat (Tarragona), dos de los grandes templos mundiales de la escalada, que apenas están separados por algunas decenas de kilómetros, y se ha puesto sobre la mesa aplicar algún tipo de control en la Sierra de Queralt, en el Berguedà (Prepirineo). Las regulaciones también se han normalizado en otros puntos del Estado, como en la Serra de Tramuntana en Mallorca.

Las diferentes fuentes consultadas para elaborar este artículo coinciden en defender la necesidad de establecer regulaciones de la escalada en el medio natural, sobre todo en aquellas zonas más masificadas, fundamentalmente para proteger la biodiversidad y, en especial, respetar las temporadas de nidificación de aves, pero también para poder disfrutar de la actividad y mantener su esencia. Asimismo, plantean que las medidas deben estudiarse "caso a caso" y que lo mejor es que sean "quirúrgicas", es decir, que se ajusten a "periodos y espacios concretos", más que no constituir limitaciones generalizadas. Sin embargo, la situación no se explicaría sin los miles y miles de personas que escalan, un deporte que no deja de ganar practicantes cada día que pasa. ¿Cuáles son las razones de su eclosión?

Un crecimiento imparable

"Se han sumado muchos factores. Ha habido un boom de rocódromos, con mucha gente que ha descubierto que ir a ellos es mucho más divertido que dedicarse a levantar pesas en un gimnasio. Allí hay muchas personas que no tienen ningún interés en tocar roca, pero también algunas que acaban saliendo a escalar al aire libre, empezando con la deportiva y, en algunos casos, animándose posteriormente con la clásica. Que se haya convertido en un deporte olímpico también la ha publicitado mucho y, además, la pandemia ha acentuado una necesidad muy grande de salir al aire libre y de mantener contacto con la naturaleza y espacios abiertos". Quien así se pronuncia es Joan Huertos, vicepresidente tercero de la FEEC, también llamada Federació Catalana d'Alpinisme i Escalada y la entidad que engloba este deporte en Catalunya.

En una década los rocódromos se han multiplicado por más de 10 y ya hay 40 en Catalunya

Comparte el análisis el escalador Toni Arbonès, que acumula 40 años de experiencia y ha abierto más de un millar de vías en todo el mundo, de las cuales unas 500 se ubican en Siurana, donde se estableció hace décadas. Para él, la proliferación de rocódromos desempeña un papel clave. En apenas una década se han multiplicado por más de diez y ya hay cuarentena en Catalunya. Desde hace un año, Gavà -en el área metropolitana de Barcelona- acoge el mayor de todo el Estado, el Sharma Climbing, con 5.000 metros cuadrados de muros escalables. "Escalar en rocódromo tiene la ventaja de que puedes hacerlo dentro de la ciudad y, a la vez que haces deporte, es una actividad muy sociable, donde trabajas la parte física y mental", destaca.

Sin embargo, Arbonès sí que subraya que la eclosión ha ido acompañada de un cambio en el perfil de los escaladores: "Yo hace más de 40 años que escalo y fue una progresión lógica, porque había empezado haciendo montaña, caminando por los Pirineos, y después aprendí a escalar y vi que era lo que más me gustaba. Ahora mucha gente no hace esta progresión y pasa a escalar en la naturaleza desde el rocódromo, sin una relación previa con la montaña".

Xavier Bo, miembro de la Associació Roca Nua, una entidad ecologista creada en el 2014 y que defiende "la escalada en estilo tradicional y la preservación de la montaña en su estado natural", añade que "de alguna forma, se ha hecho de la escalada un negocio y cada vez se abren más y más rocódromos y el salto desde aquí a la montaña lo hace más gente. Antes la escalada era un deporte minoritario, diríamos que marginal, pero ahora ya no, somos miles los que la practicamos". En la línea de Arbonès, Bo comenta que "un rocódromo no deja de ser un gimnasio de escalada y mucha gente da el salto [en la roca] sin haber pasado por el montañismo y algunos no respetan la naturaleza".

El precedente de Montserrat

Si hay un macizo que simboliza como ningún otro la escalada en Catalunya es el de Montserrat, donde los pioneros de este deporte ya subían por sus conocidísimas paredes hace un siglo. Sin embargo, la popularización de la escalada provocó que progresivamente la presencia humana llegara a puntos hasta entonces exclusivos de determinadas aves, que empezaron a ver afectada su temporada de nidificación. Esto es lo que provocó que en 2008 se aprobara la regulación de la actividad en el Parque Natural, que a grandes rasgos permite la escalada en el 90% de las paredes y la prohíbe en el 10% restante durante los meses de nidificación - en algunos puntos, sin embargo, la restricción es permanente-. Montserrat suma más de 5.600 vías de escalada más que ningún otro punto de Catalunya.

A grandes rasgos, la regulación del Parc Natural del Montgrí, les Illes Medes i el Baix Ter sigue un esquema similar, con el establecimiento de limitaciones en puntos concretos ligadas a la nidificación. En concreto, los acantilados del parque son una zona ZEPA, es decir, un espacio de especial protección para las aves, donde crían especies protegidas, como el águila perdicera, el halcón peregrino o el cormorán moñudo, entre otros. Con la nueva normativa, de las 224 vías de escalada que existen en el Parque, 193 han sido calificadas como zonas libres, es decir, sin limitación, y las 31 restantes como zonas reguladas, donde la práctica deportiva sólo será posible fuera de la época de nidificación.

La FEEC, que ha elaborado una guía de conducta para escaladores a raíz del incremento de la actividad, tiene como filosofía en este ámbito apostar por "regulaciones quirúrgicas en lugares determinados, días determinados y horas determinadas" para poder controlar mejor los flujos exagerados de visitantes que se pueden dar ocasionalmente. En este sentido, su vicepresidente tercero, Joan Huertos, considera que el modelo del Parc Natural del Montgrí, les Illes Medes i el Baix Ter "es ejemplar, porque se ha puesto de acuerdo a los escaladores locales, que son los que mejor conocen el entorno y los que han abierto vías, la FEEC, los agentes rurales y el Parque".

Para la FEEC, la masificación no se da tanto en las paredes, "sino en los aparcamientos y en determinados accesos"

Más allá de la protección de la biodiversidad, Huertos recalca que cuando una vía está masificada, la roca sufre un desgaste superior y "hay vías que son pistas de patinaje", con lo que esto puede acarrear. Sin embargo, destaca que el problema de un exceso de gente de forma simultánea "no lo veo tanto en las paredes, sino en los aparcamientos y en determinados accesos, sobre todo en pueblos pequeños, como Margalef". Para intentar evitar estas situaciones, apuesta por medidas como situar a los aparcamientos "más alejados" de las vías de escalada. "En Sadernes [en la Garrotxa, en Girona], desde que se hace aparcar más lejos se ha notado un descenso de escaladores".

Reivindicación de una escalada "sostenible"

Xavier Bo, de Roca Nua, recuerda que en Montserrat también se optó por alejar los aparcamientos de las vías de escalada, lo que facilitó que se acercara menos gente y que, en cierto modo, liga con que una parte de los nuevos practicantes carecen de vínculos previos con la montaña y apuestan por vías de escalada deportiva que sean el máximo de accesibles. Ahora bien, la filosofía de su asociación va mucho más allá.

Defensora de la preservación de las montañas "en su estado natural", Roca Nua trabaja en los ámbitos de la divulgación, la formación, la creación de una comunidad de escaladores afines "a la escalada sostenible" y la denuncia de las acciones que conllevan la degradación del medio natural, y su aparición se explica porque "la instalación de equipamientos masivos en forma de anclajes permanentes orientados a la escalada de consumo, ha reducido cada vez más las zonas salvajes donde practicar la escalada tradicional". Con el paso del tiempo y la erosión, estos seguros perpetuos se van oxidando y dañan también el entorno.

Dicho con otras palabras, promueve una escalada "que no sea de consumo, en la que no se tenga que perforar la roca para escalar", por lo que todo el material que se utiliza para asegurar a la persona es retirado cuando termina actividad. En este sentido, Bo recalca que "solo en Catalunya tenemos contadas más de 20.000 vías equipadas", una situación que se explica por la aparición del taladro eléctrico a partir de los años 80 y la popularización de la escalada deportiva, que provocó que "se empezara a perforar de forma masiva, no ha habido ninguna regulación". Partidario de que, al menos en algunas zonas, se deje de equipar las paredes con anclajes fijos -en el Montgrí será así en las zonas de los acantilados-, admite que el problema "es complejo" y que una posible medida de contención sería prohibir el uso taladro eléctrico, mientras que desequipar las vías existentes es "inviable".

El riesgo de "morir de éxito" de Margalef y Siurana

En las últimas décadas, el Priorat se ha convertido en la Meca particular de escaladores de todo el mundo, fundamentalmente gracias a las paredes ubicadas en dos pueblos diminutos: Margalef y Siurana -que pertenece al municipio de Cornudella del Montsant-. La buena climatología que predomina en la zona gran parte del año, el tipo de roca característico de la Serra del Montsant, sus colores, la proximidad de los diferentes sectores de escalada y la existencia de vías de máxima dificultad -de grado 9- los han catapultado como referentes planetarios del deporte. Basta con hacer una búsqueda rápida en YouTube para encontrar decenas y decenas de vídeos que acumulan cientos de miles -o millones- de visitas con las piruetas de algunos de los grandes nombres de este deporte -como el checo Adam Ondra- subidos a las paredes prioratinas.

Todo ello ha situado a Siurana y Margalef en los mapas y tiene un retorno económico evidente para el territorio, pero también ha contribuido a masificar determinados sectores -los más cercanos y accesibles a los puntos donde aparcan vehículos- y ha tensado pueblos muy pequeños -Margalef no llega al centenar de habitantes, mientras que Cornudella no suma ni un millar- sin capacidad en determinados momentos para ofrecer servicios al alud de visitantes que reciben. Del cóctel resultante se desprende que la demanda de algún tipo de regulación haya ido a más.

En 2019, Margalef recibió 10.000 escaladores más de los que pueden acoger sus infraestructuras

Directamente, en determinados meses del año, la afluencia de escaladores supera la capacidad del territorio. En concreto, un estudio elaborado por el Institut Nacional d'Educació Física de Catalunya (INEFC) por encargo del Parque Natural de la Sierra de Montsant mostraba cómo durante el 2019 Margalef recibió 60.000 escaladores, 10.000 más de los que puede acoger por infraestructuras. La sobreocupación se concentra entre los meses de octubre y mayo -ambos incluidos-, mientras que en verano el flujo de visitantes cae por debajo del nivel que podría soportar.

Para revertir la situación, el análisis recomendaba adoptar tres líneas estratégicas: reordenar la práctica de la escalada en Margalef, incrementando la señalización sobre la normativa de uso del parque, revisar la situación de infraestructuras o reubicar el punto de información del núcleo para que los escaladores hagan uso de él; canalizar parte de la actividad hacia otros sectores y zonas del Parque Natural, como Albarca, La Morera, Cornudella, Escaladei y Cabacés; y poner en marcha un sistema de control de aforo y dimensionado de las zonas de aparcamiento y áreas de acogida, lo que implicaría ampliar puntualmente las plazas de aparcamiento en la zona y que la acampada en zonas no autorizadas se dirija a las dos áreas de acogida habilitadas.

En cuanto a Siurana, otro estudio -también realizado por el INEFC- indica que el conjunto del núcleo recibió a casi 420.000 visitantes entre marzo de 2021 y febrero de este año, de los cuales unos 46.500 fueron escaladores. La cifra queda por debajo de la capacidad de carga -límite para garantizar una experiencia satisfactoria y no dañar el entorno- de los tres sectores analizados -Siuranella, Els Corrals y Siurana-, que se sitúa en 87.600 personas. Sin embargo, esto no significa que no tengan desajustes y, de hecho, durante el otoño -de octubre a diciembre- se superó en 8.190 personas esta capacidad de carga.

Un escalador en una de les moltes vies de Siurana, al Priorat.
Un escalador en una de las vías de Siurana, en el Priorat. Wikimedia

"No podemos continuar sin orden"

El director del Parc Natural de la Serra del Montsant, David Iturria, explica que de momento todavía no se han aplicado medidas en Margalef, donde las secciones de escalada quedan dentro del límite del espacio protegido -lo que no ocurre con Siurana -, porque la voluntad "es unificarlas en ambas zonas y trabajarlas conjuntamente". En el caso de Siurana el espacio para hacerlo es el grupo de frecuentación de la Mesa de Trabajo de Turismo Sostenible del Priorat, en el que participan entidades y administraciones locales.

Iturria, sin embargo, subraya que en cuanto al ámbito de Margalef, tienen claro que las medidas deben tirar adelante "con el consenso de los agentes implicados", lo que supone ayuntamientos, Consell Comarcal, escaladores y también los responsables del camping del núcleo. El responsable del Parque recalca que la frecuentación excesiva en la zona se produce básicamente durante la primavera y el otoño, especialmente en puentes de estas estaciones o en la Semana Santa, por lo que defiende la aplicación de un tipo de medidas "no generalistas durante el año, porque tenemos problemas puntuales en el tiempo y en sitios concretos".

Toni Arbonès, que con su familia regenta el Camping Siurana, expone que "la saturación en Siurana sobre todo está en el pueblo y en los accesos, porque de las 420.000 personas que vienen en un año, escaladores lo son 50.000". Ahora bien, sí defiende la necesidad de "poner orden" en el aparcamiento descontrolado en numerosos puntos, sobre todo de furgonetas que pasan la noche. "No podemos limitarnos a prohibir y restringir, sino que debemos dotar a la gente que venga de más servicios y que vaya a dormir a puntos concretos". En este sentido, Arbonès considera que las paredes de Siurana "no están llenas", algo que se explica porque dispone de 55 sectores y 2.000 vías de escalada, pero sí puntualiza que "mucha gente se concentra en los mismos lugares, aquellos más accesibles donde se puede aparcar libremente cerca y todo el mundo va hacia allí".

El escalador reconoce que cuando empezó a subirse por estas paredes, hace cuatro décadas, "no habría pensado que llegaríamos a todo esto, se ha convertido en un lugar de referencia mundial y de peregrinación", pero advierte del riesgo de "morir de éxito" si no se actúa y se ordenan determinadas cuestiones -como evitar aparcar en cualquier punto o hacer noche libremente donde uno quiera-, además de mejorar la oferta de servicios. "No puede ser que sigamos sin orden ni concierto", recalca Arbonès, para quien con algunas restricciones se garantizaría "que estos ecosistemas no se deterioraran tan rápido como ahora, cuando en algunos puntos hay 40 furgonetas a diario durante meses".

De lo que se muestra convencido es que Siurana -y esto es válido también para Margalef- seguirá recibiendo a decenas de miles de escaladores cada año, gracias a tener algunas de las mejores paredes del planeta. Y solo hace falta pasar un rato por un rocódromo para darse cuenta de que el volumen de gente que pasa horas en ellos es más que notable y constantemente crece. Por tanto, es más que lógico pensar que una pequeña fracción también acabará enganchándose a trepar por rocas naturales. Porque si algo tiene la escalada es que es adictiva y si la han probado saben perfectamente de qué hablo.

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