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Cuanto peor, peor

La posición electoral del PP ha ido debilitándose paulatinamente desde mediados de octubre

JOSÉ LUIS DE ZÁRRAGA

El Publiscopio político que se publica hoy muestra un acortamiento de la distancia entre el Partido Popular que sigue por delante en las tendencias estimadas de voto y el Partido Socialista. Ya pasó en el periodo anterior. El PP, que llegó a sacar al PSOE seis o siete puntos en algunas semanas a principios del otoño y que le superó, por primera vez desde hace años, en las intenciones declaradas de voto, ha ido perdiendo la mayor parte de esa ventaja durante las semanas trascurridas desde mediados de octubre a hoy. ¿Qué ha pasado?

No ha pasado que el Gobierno de Zapatero esté saliendo del fondo del pozo. En la estimación de voto de este mes, el PSOE gana sólo un punto respecto al mes anterior; sigue en una posición tan baja como en octubre, dos puntos por debajo de la tendencia de voto anterior al verano y a casi seis puntos de su resultado electoral en 2008. En otros indicadores la situación es parecida. La intención directa de voto al PSOE ha subido dos puntos, pero con ello sólo mejora un poco el estado comatoso al que había caído durante este otoño: en las intenciones declaradas, los socialistas habían perdido siete puntos, una cuarta parte de los votos que conservaban en el primer cuatrimestre de este año (y ya entonces sus intenciones de voto habían disminuido mucho respecto al resultado electoral).

La corrupción termina pasando factura a todos, también a los partidos de derecha

Las simpatías de los electores que suelen ser bastante estables se recuperan algo, pero sólo un poco, y se mitiga también poco el rechazo que alcanzó sus cotas históricas más altas en el mes pasado. Y, lo que es aún más importante, la valoración de Zapatero, y la confianza en él y la aprobación de su gestión, siguen siendo catastróficas, con variaciones ligeras que no cambian significativamente la situación.

Lo que ha pasado es que la posición electoral del Partido Popular ha ido debilitándose paulatinamente desde mediados de octubre. Ante el desastre que estaban sufriendo las tendencias de voto socialistas, este debilitamiento del PP pasaba desapercibido, más aún por el hecho de que mantenía y mantiene todavía una diferencia a su favor respecto al PSOE. En este sentido, habla por sí sola la comparación de las estimaciones del Publiscopio de octubre con el que se publica hoy: la tendencia electoral del PSOE es exactamente la misma (38,0%), pero la del PP, siendo desde entonces superior a aquélla, ha bajado tres puntos y medio (de 43,0% a 39,6%).

El PSOE no puede esperar ganar las elecciones sólo por la falta de alternativa

La misma evolución muestran los datos directos obtenidos en las declaraciones de intención de voto: habían alcanzado a principios de octubre un 25,3%, superando por primera vez al PSOE en este indicador, para bajar ahora al 22,5%. Con ello, los socialistas vuelven a estar por encima de los populares en las intenciones declaradas, pese a haber mejorado muy poco su propia situación.

Pero el indicador que mejor refleja la evolución de las tendencias de voto es el de la fidelidad de las clientelas electorales. Este indicador, que mide la proporción de votantes de cada partido en las elecciones precedentes que declaran su intención de volver a votarle en las elecciones siguientes, ha venido detectando, mejor que cualquier otro, dónde están los problemas del voto socialista y en qué se funda la buena posición relativa del voto popular. Hace muchos años que el PSOE no alcanzaba cotas tan altas de desafección en su propio electorado: en estos últimos meses y en la actualidad, todavía la fidelidad del voto socialista es inferior al 60%, lo que, de mantenerse en el futuro, se traduciría sin duda en una fuerte derrota electoral. Que su situación apenas ha cambiado lo prueba el hecho de que este indicador no mejora (59% en diciembre, 59% en noviembre, 61% en octubre).

El Partido Popular, en cambio, ha gozado casi siempre de una fidelidad muy sólida de su propio electorado, superior al 80% durante los años de gobierno socialista. Y, por debajo de la buena posición electoral relativa mantenida hasta ahora, esta situación ha ido empeorando, la fidelidad del electorado del PP se ha venido debilitando desde mediados de octubre. En el Publiscopio de ese mes la fidelidad de voto al Partido Popular era de un 81%; en el de noviembre, había empezado ya a bajar, al 77%; y en este que se publica hoy es sólo del 69%. Sigue siendo muy superior a la fidelidad del electorado socialista, pero está cayendo rápidamente. Ahí, más que en una recuperación socialista que no se ha producido, está la clave de los resultados de este Publiscopio.

Ya anticipábamos hace un mes que la corrupción termina pasando factura a todos, también a los partidos de derecha, pese al sólido y probado blindaje de las posiciones electorales de sus votantes ante el deterioro de las imágenes.

Pero, además, durante estas semanas en la que al Gobierno socialista se le han sumado, a la grave coyuntura económica, numerosas crisis políticas sobrevenidas (Alakrana, Haidar, etc), el líder de la oposición se ha dedicado con entusiasmo creciente a denunciar al Gobierno socialista y a culpar a Zapatero de todos los males, transmitiendo al electorado el mensaje de que, en esta grave situación del país, no está dispuesto a prestar el menor apoyo a quienes lo gobiernan ni ofrecer propuesta constructiva alguna. La corrupción en las filas propias se combate con la descalificación del adversario. Demasiado simple. Al final, las rentas electorales que ha ido acumulando el PP por los problemas, errores y deficiencias del Gobierno, a falta de una política alternativa que las apuntale, van perdiéndose.

Esto parece indicar que, salvo que la crisis económica empeore, en vez de mejorar, el Partido Popular, con la corrupción a cuestas, no puede confiar en ganar las elecciones sólo por el deterioro del Gobierno. Y también, desde luego, que el Partido Socialista, aunque no tenga perdidas las elecciones, no puede esperar ganarlas sólo por la falta de alternativa, sin recuperar un mínimo de entusiasmo político en su electorado. De lo contrario, las elecciones se jugarán a la paja más corta, y las dos van a ser muy cortas.

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