BRUSELAS
"España está preparada para reconocer a Palestina. Es lo justo, lo que demanda una mayoría social y lo que va en el interés geopolítico de Europa. La comunidad internacional no podrá ayudar al Estado palestino si no reconoce su existencia", ha afirmado el presidente del Gobierno español Pedro Sánchez poco antes de adentrarse en una gira europea que tiene por objetivo sumar adeptos para su misión.
Sánchez ha visitado este viernes Noruega e Irlanda. Y la próxima semana hará lo propio con Eslovenia y Bélgica. En las últimas semanas y meses, todos estos países han mostrado públicamente su intención de reconocer a Palestina. De hecho, Noruega ha anunciado este viernes que está "listo para reconocer a Palestina como Estado y apoyar su ingreso como miembro de pleno derecho de la Naciones Unidas". No es un país miembro de la UE, pero cuenta con un gran protagonismo histórico en la mediación del conflicto israelí-palestino. Su capital, Oslo, da nombre a los acuerdos sellados en 1993 entre Isaac Rabin y Yasser Arafat que dieron por única vez una esperanza real de avistar una paz duradera. Pero un radical judío enterró esta perspectiva con el asesinato de Rabin.
Por su parte, Malta, Irlanda y Eslovenia firmaron junto a España una carta en los márgenes de la última cumbre europea en la que se comprometían a reconocer a Palestina "cuando se den las circunstancias adecuadas". Escasas semanas después, la urgencia apremia. Sánchez quiere pasar de las palabras a los hechos y consumar este movimiento antes de julio. También en Dublín insisten a hacerlo cuanto antes. Bélgica es otro de los países que dentro de la mesa del Consejo Europeo está teniendo un papel más crítico y duro contra las atrocidades en Gaza que está cometiendo el Ejército israelí. Su viceprimera ministra belga, Petra de Sutter, ha pedido sanciones europeas contra Tel Aviv. Dentro de la coalición apodada como Vivaldi que lidera Alexandre de Croo hay una mayoría a favor del reconocimiento, aunque el país está más maniatado ya que al ostentar la Presidencia rotatoria del Consejo de la UE, está llamado a mantener la neutralidad.
Otro de los países que podrían subirse a este carro es el vecino Portugal. De hecho, Sánchez recibe al primer ministro luso, Luís Montenegro, el lunes en La Moncloa, y con mucha probabilidad el tema se cuele en la reunión. El otro vecino, Francia, siempre ha evitado pronunciarse de forma clara. Y se ha escudado en su compromiso para trabajar y consolidar la solución de los dos estados, el mantra que impera en la UE desde hace décadas y que vertebra la posición común de mínimos que existe entre los veintisiete.
"El proceso de paz ha quedado olvidado durante demasiado tiempo. Las grandes potencias se han olvidado del problema palestino, pensado que se resolvería por sí mismo o que no importaba. Llevamos 30 años hablando de la solución de los dos estados y ese escenario se aleja porque el número de colonos en Cisjordania se han multiplicado por tres desde los acuerdos de Oslo. Europa tiene que comprometerse a volver a lanzar un proceso político. Esta es la quinta guerra que veo en Gaza, y he escuchado demasiadas veces que esta vez se va a acabar con Hamás", afeó Josep Borrell, jefe de la diplomacia europea, poco después del siete de octubre, día en el que Hamás cometió el atentado contra Israel provocando una respuesta feroz de Benjamín Netanyahu.
Con los muertos agolpándose en la Franja y un Israel imparable, el presidente Emmanuel Macron se ha abierto por primera vez a dar este paso. "El reconocimiento de Palestina ha dejado de ser un tabú para Francia", afirmó a mediados de febrero en el marco de una gira por la región. "Se lo debemos a los palestinos, cuyas aspiraciones han sido pisoteadas durante demasiado tiempo. Se lo debemos a los israelíes que vivieron la mayor masacre antisemita de nuestro siglo. Se lo debemos a una región que anhela escapar de los promotores del caos y de los que siembran venganza", aseguró por entonces.
Europa, caso sui generis
Hoy en día, 139 de los 193 Estados de la ONU reconocen al Estado palestino. Dentro de la UE lo hacen ocho: Bulgaria, Chipre, Eslovaquia, Hungría, Polonia, República Checa, Rumanía, que dieron el paso antes de entrar en el bloque comunitario. Suecia es, por el momento, el único Estado miembro que ha reconocido a Palestina una vez dentro de la UE. Ese mismo año, el Parlamento Europeo aprobó una resolución llamando a los Estados miembros a seguir este ejemplo.
Europa y Estados Unidos son un caso sui generis en el tablero de ajedrez global, donde una amplísima mayoría de países ya lo hacen. La UE como entidad no tiene ninguna competencia en este campo. Establecer embajadas nacionales es algo solo recae en los Ejecutivos.
Por lo pronto, es prácticamente imposible concebir un escenario en el que los 27 Estados miembros den ese paso al unísono. Alemania, Austria o Hungría, los grandes defensores de Israel en el bloque comunitario, no lo contemplan. Y también están muy lejos de ahí otros como Grecia o Polonia, con fuertes vínculos con el Estado hebreo.
De confirmarse la iniciativa impulsada por España, el reconocimiento de Palestina se traducirá en una mayor presión para Israel y en un fortalecimiento de Ramallah en la esfera global aglutinando más poder no solo simbólico. También jurídico con mayor capacidad para recurrir a tribunales internacionales. Pero no será ni mucho menos la panacea.
"El reconocimiento por sí solo no será suficiente para revitalizar una vía política entre Israel y Palestina hacia la soberanía palestina. Tendrá que ir acompañada de medidas para desafiar la anexión de territorio por parte de Israel y deberá impulsar el surgimiento de un liderazgo palestino creíble que pueda avivar el apoyo público para unas negociaciones que ponga fin al prolongado conflicto", advierte el analista Hugh Lovatt , en un análisis del Consejo Europeo para las Relaciones Exteriores.
El reconocimiento per se no resuelve cuestiones cruciales que bloquean desde hace años la solución de los dos estados, como son el regreso de los refugiados, el control y la delimitación de las fronteras, la continuidad territorial o el estatus de la capital. La comunidad internacional lleva décadas clamando esta receta y repitiendo que debe producirse con las fronteras pre-1967 y con Jerusalén este como capital compartida, pero con poca energía o creatividad para modificar el statu quo.
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