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Caso Romanones El arzobispo de Granada afirma en el juicio que nunca sospechó de abusos por parte del padre Román

Javier Martínez asegura que jamás tuvo constancia de conductas sexuales inapropiadas.

El arzobispo de Granada, Francisco Javier Martínez, a su llegada a la Audiencia de Granada donde declara como testigo en la quinta sesión del juicio por el conocido como caso "Romanones". EFE

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El arzobispo de Granada, Javier Martínez, ha asegurado hoy que jamás tuvo constancia de "la menor sospecha" de conductas sexuales inapropiadas por parte del padre Román, del que ha dicho que formaba junto a otros curas un grupo "hermético", y que no le ofreció facilidades para tapar lo denunciado.

El prelado, que ha declarado como testigo durante casi dos horas en la quinta sesión del juicio que sienta en el banquillo al padre Román, que se enfrenta a una petición fiscal de nueve años de cárcel acusado de un delito de abuso sexual continuado con acceso carnal, ha rememorado sus primeras conversaciones con la supuesta víctima.

A partir de los 14 años, había sufrido abusos, que era "buscado" para mantener relaciones

Aunque ha aclarado que no recuerda detalles, ha señalado al tribunal que le contó que, a partir de los catorce años, había sufrido abusos, que era "buscado" para mantener relaciones homosexuales y que vio moverse a los sacerdotes desnudos. En esas confesiones el denunciante no le habló de la práctica de masturbaciones, felaciones o penetraciones, y sí de que era invitado a dormir en la misma cama del padre Román, ha añadido el arzobispo.

Ha explicado también que supo de la denominación del grupo como de los "Romanones" por la prensa, aunque ha apostillado que era "notorio" que Román actuaba "de manera muy unitaria" junto a otros sacerdotes, y que consideró que, si estos no se constituían formalmente como una asociación, podrían suponer "un problema a la larga".

Martínez ha indicado que recibió "muchas quejas" de los procedimientos pastorales por la "forma de ser" del cura acusado, si bien ha aclarado que "jamás" tuvo la menor sospecha de conductas de índole sexual inapropiadas. El prelado conoció las acusaciones del joven denunciante de los abusos en agosto de 2014, cuando supo que este ya se había comunicado con el papa Francisco, quien trasladó poco tiempo después que se actuara en este caso "con la mayor diligencia posible".

Martínez, que pidió perdón "por sus pecados y por los de la Iglesia", se reunió entonces con el joven, habló con sus padres y solicitó comparecer ante la Congregación para de la Doctrina de la Fe en el Vaticano. Desde entonces se produjo entre él y el denunciante un intercambio de correos electrónicos, en los que el joven le pidió incluso dinero para costear una atención psicológica y la práctica de una pericial, comunicaciones que pasaron de ser "excesivamente elogiosos" a "casi violentos", cuando ya el chico denunció ante la Fiscalía.

"Nunca más me ha vuelto a llamar, ni a escribirme", ha dicho el arzobispo

"Nunca más me ha vuelto a llamar, ni a escribirme", ha dicho el arzobispo, que, aunque ha apostillado que el expediente canónico que se inició estaba sujeto a secreto pontificio, se trasladó a la Santa Sede que, de la investigación prejudicial previa, se determinaba la "verosimilitud" de las acusaciones vertidas.

Respecto a Román, con el que mantuvo un trato "excesivamente correcto" y la sensación de "cierta distancia", ha dicho que le llamó para decirle que tenía derecho a su defensa, pero que "en absoluto" quiso ofrecerle facilidades para ocultar los hechos denunciados.

En la sesión también ha declarado como testigo una exnovia del joven denunciante, a la que este relató los supuestos abusos tras acabar la relación, aunque ha señalado que no lo creyó "para nada" puesto que pensaba que él la estaba "manipulando" y pretendía "darle pena".

Esta chica, que llegó a presentar una denuncia contra el joven que derivó en una condena por conformidad y una orden de alejamiento, ha descrito comportamientos de él que no eran "normales" y lo ha definido como "agresivo, violento, controlador y acaparador".

El inspector jefe del Servicio de Atención a la Familia (SAF) ha testificado por su parte que, a medida que avanzaba la investigación policial, observó "cosas" que personalmente no le "casaban" pero que su labor era, precisamente, encontrar posibles contradicciones entre diferentes declaraciones. Antes del interrogatorio del arzobispo, las partes han renunciado a la declaración testifical de un segundo joven que denunció en su día posibles abusos, además de la de otros tres testigos policiales en el juicio, que retomará sus sesiones el próximo lunes.

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