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Diada El homenaje a Salvador Allende reivindica la labor de Open Arms

Decenas de personas homenajean al presidente chileno y a la acogida a los republicanos españoles del barco Winnipeg, proyecto de Pablo Neruda.

El conseller Alfred Bosch y la alcadesa de Barcelona, Ada Colau, en el homenaje a Salvador Allende. / @EXTERIORSCAT

46 años después del golpe de Estado en Chile, que asesinó a la democracia y a su legítimo presidente, Salvador Allende, un sótano del centro cívic del Carmel refugia el acto de homenaje al sueño progresista que nunca fue. “Estados Unidos planeó el golpe de Estado desde el día siguiente a la victoria de Allende”, recuerda Jorge Contreras, escritor chileno exiliado en Suecia. Con la lluvia que aún oscurecía el día afuera, la alcaldesa Ada Colau, el conseller d’Afers Exteriors de la Generalitat, Alfred Bosch, y el expresident José Montilla, asistían al también homenaje a los 80 años del Winnipeg. El barco que fletó el senador Pablo Neruda salvó a 2.000 republicanos que consiguieron exiliarse en Chile desde Francia en 1939.

El homenaje a Salvador Allende se ha convertido en el refugio de la izquierda no independentista, aunque a él acudan todas las izquierdas. Por el acto pasean señores mayores con chapas de la última campaña electoral del PSOE, la de la barra lateral y el corazón, mujeres con lazos amarillos, chilenas y chilenos, señoras con la bufanda de la bandera republicana y hasta una con la camiseta naranja de la marea pensionista. Tampoco faltan los asistentes con la nueva camiseta de la ANC para la manifestación independentista de este año.

La afluencia a un acto así, a pesar de los muchos otros homenajes a Catalunya que se celebran hoy, es sorprendente. Tanto, que la gente no deja de mandarse callar para poder escuchar los parlamentos. La organización lleva autofinanciándose desde sus inicios, recuerda Rosa Sans, directora de la Fundació Cipriano Garcia. La venta de claveles, a la entrada del centro cívico, servirá para pagar los costes de un acto que conmemora un viaje de ida y vuelta. Si en 1939 Chile acogió a los republicanos españoles, durante la dictadura de Pinochet España y Catalunya fueron destino de miles de exiliados chilenos.

No han faltado las críticas a la situación política actual, inevitables al repasar la memoria. “Hoy en Chile, el presidente Sebastián Piñera habla de los refugiados como delincuentes”, contaba Eulogio Dávalos, músico y director del Centro Salvador Allende en Barcelona. “También hay críticas aquí y me pregunto, ¿quiénes de aquí no han venido a Catalunya a trabajar? En cada familia catalana hay al menos un inmigrante”, afirmaba arrancando los aplausos del público.

Apoyo al Open Arms

Ángeles Schjaer es nieta de exiliados republicanos españoles, hija de exiliados argentinos y voluntaria de la ONG Open Arms. Recordaba cómo en el Winnipeg, a pesar de que su capacidad era para 100 personas, el Estado chileno embarcó a más de 2.000 para salvarlas de morir a manos de la dictadura de Franco. “Es lo que hace Open Arms hoy en día y es la razón por la que nos criminalizan”, exclamaba.

A pesar de que, como asegura Schjaer, la ONG cumple con todas las leyes, se siente perseguida. “Releyendo la historia vemos cómo estamos yendo hacia atrás”, se quejaba. El president Montilla, impertérrito, no se hacía cargo de la crítica. El gobierno del PSOE inmovilizó durante casi cuatro meses al barco de rescate del Open Arms en el puerto de Barcelona.

Contreras pedía, ante un intento de mirada impasible del conseller Bosch, un aplauso para la alcaldesa Colau, por su defensa de la acogida a los refugiados o los homenajes a las víctimas de la Guerra Civil. Después, comenzaba a detallar su tragedia personal. El escritor decidió quedarse en Chile tras el golpe de Estado. El 4 de octubre de 1973 fue detenido y pasó 15 meses en 6 centros de detención diferentes, 4 de ellos campos de concentración.

Lo hizo para, algún día, poder mirar a sus hijos a los ojos y explicarles lo que había hecho por defender la democracia. “Estuvieron a punto de fusilarme y los guardias saltaban sobre mí y mis compañeros como si fuéramos alfombras”, relataba. En la arbitrariedad del poder se salvó, pero fue expulsado del país de por vida. Todavía hoy, a sus más de 70 años, exige que el Estado chileno y los responsables de las torturas y asesinatos de la dictadura pidan perdón a sus víctimas.

La lluvia que obligaba a celebrar el acto dentro del centro cívico ha impedido también reproducir las últimas palabras de Salvador Allende desde el Palacio de la Moneda de Santiago de Chile antes de ser asesinado. “Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor”, era parte de su discurso.

Tampoco se han escuchado el himno de Chile o Els Segadors, ni la salva y traca a cargo dels Trabucaires d’en Perot Rocaguinarda que estaban previstos. Pero sí a Marina Rossell y el Col·lectiu Jardins Humans que han cantado canciones de Violeta Parra. En la última, El pueblo unido, el director animaba al público a cantar. Bosch se sabía la letra más o menos de memoria, Colau la leía y cantaba animada y Montilla callaba. Sin minuto de silencio por los represaliados, finalizaba el acto. Fuera había ya dejado de llover.

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