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Los científicos declaran la emergencia climática y esto es lo que tú puedes hacer para combatirla

El martes más de 11.000 científicos advertían en un artículo de 'Bioscience' de las consecuencias desgarradoras que tendrá el cambio climático para la vida en la Tierra. Aunque el grueso de las acciones para evitar el abismo climático dependen de las decisiones de los gobiernos, existen ciertas cosas que los ciudadanos pueden hacer para mitigar el problema.

Madrid ya fue testigo a finales de este septiembre de la segunda huelga mundial por el clima. / Europa Press

alejandro tena

La ciencia está en pie de guerra dada la situación de emergencia climática. Tanto, que las advertencias que se emiten parecen multiplicarse a diario en un reguero de  investigaciones e informes que se hacen públicos casi a diario. Esta misma semana, más de once mil científicos de más de un centenar de países firmaron un artículo en la revista Bioscience en el que advertían del "sufrimiento indecible" al que se enfrenta el ser humano. Ante la inacción, los investigadores reclaman medidas a los gobierno, pero estas no llegan.

De una forma timorata, se despliegan algunas medidas aisladas; brotes verdes que dan cierta esperanza. Mientras, la ciencia reclama "cambios en la forma en que vivimos" y exige a los poderes internacionales que activen el freno de emergencia de un sistema económico que parece no tener en cuenta que en algún momento –quizá antes de lo que se espera– el crecimiento desbocado topará con los límites biofísicos del planeta

Ante un debate político enturbiado por los postulados negacionistas, la ciudadanía tiene un poder pequeño pero potente. Estas son algunas de las cosas que tú puedes hacer para combatir la crisis climática.

Un consumo diferente

Entre alquileres, hipotecas y otras deudas que se tornan eternas, el dinero se esfuma entre capricho y necesidad. El consumo, obligado o no, se ha convertido en un torrente descontrolado, pero también en un arma ecosocial importante. Definir a los ciudadanos como consumidores guarda ciertos riesgos, como por ejemplo desdibujar los contornos de las clases trabajadoras para dotarlas de ciertas esperanzas aspiracionales. Sin embargo, la forma en la que se consume puede ser al mismo tiempo un arma poderosa si trasciende de lo individual a lo colectivo.

Un hombre trabaja en el huerto comunitario de Santa María de la Paz, en el barrio madrileño de Sanchinarro. DANI POZO (AFP)

Un hombre trabaja en el huerto comunitario de Santa María de la Paz, en el barrio madrileño de Sanchinarro. DANI POZO (AFP)

Lo 'bio' no siempre es 'bio'. La moda de lo 'bio' se ha extendido provocando cierta confusión de la que las grandes cadenas de supermercados tienen a aprovecharse. Que un producto pueda portar en su envoltorio una etiqueta que lo acredita como ecológico no le libra de tener una gran huella ecológica. En otras palabras, una hipotética cesta de manzanas puede estar producida con cierto rigor medioambiental en Bosnia y Herzegovina, pero debido a la lejanía puede estar manchada por las emisiones de su transporte hasta España. Por ello, las asociaciones ecologistas invitan a recurrir a los productos de cercanía y a consumir alimentos de temporada. 

Cambiar la alimentación. Se estima que entre el 44% y el 57% de las emisiones de gases de efecto invernadero tienen que ver con la producción industrial de los alimentos. De estos porcentajes, se estima que cerca del 15% de la contaminación que se libera tiene que ver con fertilizantes y maquinaria en los campos de cultivo, y otro 15% de esta contaminación tendría que ver con la deforestación y el cambio del uso del suelo, según la última publicación Los monocultivos que conquistaron el mundo (Akal). Parte de este panorama desolador tiene que ver con el creciente aumento de plantaciones intensivas de soja o palma, ingredientes que están presentes en una infinidad de productos que se encuentran en los mostradores de los grandes supermercados así como en los depósitos de biocombustibles. 

De hecho, un reciente informe publicado en la revista PNAS concluye que los alimentos que más dañan el medioambiente suelen ser los más nocivos para la salud de los seres humanos. "De ahí se concluye la importancia de cambiar la alimentación: algunos básicos son dejar de consumir alimentos ultraprocesados (que utilizan como insumos los monocultivos principales los monocutlivos que analizamos en el libro), comer menos carne y tratar de comprar alimentos no kilométricos", comenta Nazaret de Castro, cofundadora de Carro de Combate.

A ver dónde compras. Se tiende a poner en valor el producto, obviando el papel que juega el supermercado y el establecimiento de venta. La presencia innumerable de cadenas de alimentación por las ciudades y sus precios, aparentemente más bajos, suponen un gran obstáculo a la hora de encontrar establecimientos que ofrezcan productos cercanos, sin huella ecológica y libres de explotación laboral en los diferentes eslabones de la cadena. En ese sentido, los comercios locales, los mercados tradicionales, así como la creciente aparición de supermercados cooperativos se presentan como una alternativa cada vez más palpable. En la web Ifeelmaps se puede encontrar un grueso ejemplo de establecimientos que apuestan por lo cercano y se ligan a las credenciales del consumo pausado.  

¿Se puede arreglar?.  Cuanto menos duren los aparatos, antes regresarán los consumidores a los mercados. Detrás de esta realidad se esconde un nuevo problema ambiental que implica, según cálculos de la European Environmental Bureau (EEB), la emisión anual de algo más de 48 millones de toneladas de CO2 por el aumento de producción. Ante esto, los ciudadanos tienen mucho que hacer: intentar reparar los productos antes de jubilarlos y comprar en los mercados de segunda mano son buenas alternativas.

Remiendos en la ropa. Industria textil también contribuye a la degradación del entorno. Tanto, que es responsable del 8% de los gases de efecto invernadero mundiales, según el informe Detox de Greenpeace. Las prendas son cada vez más baratas y más efímeras por su mala calidad, pero ante esta circunstancia existen alternativas como la reparación mediante la costura, así como la economía circular y los mercados de segunda mano. Además existen marcas de ropa como Ecoalf, Flamingos o Latitude, que fabrican sin explotación laboral y reduciendo las emisiones de CO2.

Las Apps de tu smartphone también pueden contaminar. Puedes consultar en esta publicación de Greenpeace cuáles son las aplicaciones que más contribuyen al cambio climático dentro del sector móvil.

Más información. En la web mecambio.net se puede encontrar una abanico de soluciones para un consumo diferente: desde bancas (que intentan ser) éticas hasta empresas de telefonía móvil que no verás en los anuncios de la televisión. 

Energía 

El sector energético es uno de los elementos centrales de las propuestas políticas que giran en torno a la transición ecológica. No obstante, existen prácticas que se pueden realizar desde los hogares y que pueden contribuir a pequeñas dimensiones a caminar hacia un escenario en el que la eficiencia energética esté tan normalizada como las tareas de reciclaje. 

Pequeños y medianos productores temen que las nuevas exigencias financieras para producir energía renovable conviertan muchos proyectos en inviables.

Baja la potencia. Reducir la potencia contratada para pagar menos por la electricidad puede ser una opción para el consumidor medio. Las nuevas tarifas aumentan la parte fija de la factura, que ya no depende del consumo de los usuarios, por lo que los esfuerzos por ahorrar quedan truncados. De esta forma, reducir la potencia puede ser un mensaje directo contra la Reforma Energética.

Busca electrodomésticos eficientes. Lavadoras, secadoras, lavavajillas, congeladores, neveras..., los electrodomésticos suelen consumir más energía de la necesaria para cumplir sus funciones. Para evitar esto, si se necesita un nuevo aparato, lo ideal es buscar uno que porte la etiqueta de ahorro energético de clase A, la cual permitirá recortar las emisiones individuales, pero también ahorrar en la factura de la luz. 

Si no lo usas, desenchufa. Muchos aparatos electrónicos consumen una cantidad pequeña de energía y electricidad, pese a que no se estén utilizando. Esto tiene que ver, en muchas ocasiones, con malas prácticas que se deben evitar como dejar cargadores conectados a la luz sin tener conectado el teléfono o apagar la televisión desde el mando. 

Aisla y reduce. El parque inmobiliario parece haber quedado desfasado en cuanto a eficiencia energética, en tanto que en España “aproximadamente el 55 % del parque edificado es anterior al año 1980 y cerca del 21 % cuenta con más de 50 años”, según detalla el Ministerio para la Transición Ecológica. Ante esta situación, pequeñas reformas en los pisos como cambiar las ventanas por otras compuestas por materiales aislantes, así como el impulso de procesos de rehabilitación comunitarios pueden contribuir a reducir el consumo energético. En el caso de las nuevas construcciones, las soluciones vienen impulsadas, en parte, desde Europa, ya que la Directiva 2010/31/UE establece que a partir de 2020 las construcciones que se levanten deben tener un consumo energético casi nulo.

Cambiar la forma en la que moverse

El sector del transporte es uno de los que más contaminación genera a nivel global. En España, según los últimos datos del Ministerio para la Transición Ecológica, su actividad es la responsable del 27% del montante de emisiones anuales, por lo que cambiar la forma de moverse puede suponer una medida revolucionaria para el medio ambiente y para la salud de aquellas personas que viven en espacios urbanos.

Dos aviones se cruzan en el cielo./ REUTERS

Dos aviones se cruzan en el cielo./ REUTERS

Aparca el coche. Abandonar el coche en los trayectos cortos y cotidianos puede ser una decisión fácil hasta cierto punto. Para ello, es preciso disponer de un transporte público de calidad que permita que la movilidad cotidiana no se convierta en una odisea. En las grandes ciudades el fácil acceso a la red de metro y autobús facilita y allana el camino para esa transición ecológica, sin embargo, las principales organizaciones ecologistas reclaman que se potencie el transporte público a través de rebajas de las tarifas, entre otras cosas. La bicicleta, si la geografía del entorno se presta, puede ser una alternativa de transporte libre de emisiones.

No te compres un SUV. Para reducir las cifras de emisiones se requiere relegar al pasado el uso de transportes impulsados con combustibles fósiles. Sin embargo, la industria del automóvil no va a desaparecer por arte de magia, por lo que hay ciertas cosas que los consumidores que pretendan adquirir un coche pueden hacer. Entre todas, destaca resaltar la trampa de los SUV's o todoterrenos, cuyo incremento de ventas ha supuesto un aumento de las emisiones, ya que su peso hace que los motores sean menos eficientes y liberen más gramos de CO2 por cada kilómetro recorrido, tal y como se detalla en el último informe de Ecologistas en Acción

Renunciar a volar para acercarse a la Tierra. La contaminación por transporte es desmesurada y los aviones tienen gran culpa de ello. Tanto es así, que, según la propia Comisión Europea, cada pasajero que viaja en un vuelo de Londres a Nueva York genera aproximadamente las mismas emisiones por CO2 que emite un ciudadano europeo a lo largo de un año para mantener su hogar caliente. En ese sentido, existen propuestas que hablan de renunciar a los viajes en avión, al menos dentro del propio territorio nacional. El tren, el autobús o el viaje en un coche compartido puede ser una buena forma de contener las emisiones individuales, aunque está claro que, en este punto, el poder político es el principal actor para recortar el tráfico aéreo a través de medidas impositivas.

Residuos

La difícil gestión de los desechos deja resultados nefastos para el medioambiente a diversos niveles. Por un lado, los vertidos que no se tratan terminan contaminando porciones de tierra, acuíferos y mares. Tal es la magnitud del problema que en el Océano Pacífico ya hay una isla tóxica de basura de grandes dimensiones. Pero la acumulación de desechos en espacios naturales no es la única consecuencia negativa, en tanto que las emisiones de gases de efecto invernadero que se liberan a la atmósfera durante el tratamiento de residuos suponen el 4,1% del total en España, según los últimos datos del Gobierno. 

Las playas de la ciudad de A Coruña han amanecido este lunes con toneladas de basura. EFE

Las playas de la ciudad de A Coruña amanecen con toneladas de basura. EFE/Archivo

Adiós al plástico. Sin duda alguna el boom del plástico se ha convertido en uno de los mayores problemas medioambientales del momento. Se calcula que en la Unión Europea entre 150.000 y 500.000 toneladas de residuos plásticos acaban en los océanos cada año, según los datos de Greenpeace. En virtud de ello las organizaciones conservacionistas reclaman un cambio de mentalidad en la sociedad como medida de presión a los gobiernos, que deben legislar para prohibir de manera definitiva el uso de plásticos de un sólo uso. No obstante, los ciudadanos tienen alternativas, como sustituir las bolsas de plástico por sacos de tela reutilizables, comprar a granel frutas y verduras y evitar los productos que vienen envasados de manera forzada e innecesaria. 

Reutiliza. La reutilización puede ser otra opción: salvar componentes para adaptarlos a otros objetos, coser rotos a prendas rasgadas o, simplemente, regalar o vender en segunda mano aquellos objetos que ya no aprecias.

Evita los desperdicios. Se calcula que un tercio de los alimentos que se producen a nivel global terminan siendo desperdiciados, según las cifras de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). En España, se despilfarra 173 kilos por persona al año, tal y como reflejan los datos del Ministerio de Agricultura y Pesca. Unas cifras que impactan aún más si se tiene en cuenta que cerca de 800 millones de personas pasan hambre en todo el mundo. Ante esta situación, las soluciones individuales pueden ser potentes y recortar el ritmo de desperdicios: no comprar alimentos en abundancia que puedan terminar en la basura, no elegir los alimentos por pura estética, descartando aquellos que puedan tener hendiduras o desperfectos en envases, así como el uso de aplicaciones de rescate de alimentos como To Good to Go, Nice To Eat You o Soy comida Perfecta.

Sin conformismos

Todas las soluciones individuales son positivas, pero es importante entender que el grueso de la lucha contra el cambio climático depende de las decisiones colectivas y de las hojas de ruta que se puedan imponer en los parlamentos. Crear comunidad y generar lazos sociales para combatir el cambio climático debe ser una premisa que prevalezca ante cualquier solución que nazca desde la particularidad.

Manifestantes en la huelga del clima, celebrada el 15 de marzo, en Madrid.  BEATRIZ RINCÓN.

Manifestantes en la huelga del clima, celebrada el 15 de marzo, en Madrid./  BEATRIZ RINCÓN.

Crea comunidad. Tejer redes para cambiar las formas de vida en consonancia con los tiempos de emergencia climática. Acudir a las asambleas vecinales, sindicarse o construir alternativas de consumo deben adquirir un papel cotidiano que acompañe a esas prácticas que combaten desde la individualidad la emergencia climática. 

Exige cambios a los de arriba. Todo ello, además, debe canalizarse hacia arriba y llegar hasta los hervideros de poder. Las protestas ciudadanas y la presión social se presta como un arma indispensable para conseguir que los gobiernos impulsen cambios estructurales en consonancia con la situación de riesgo de colapso climático anunciado por la ciencia. 

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