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San ValentínQué es la anarquía relacional... y otras formas de celebrar un San Valentín no monógamo
San Valentín ya no es solo una celebración para las parejas. Durante los últimos años se ha escrito mucho sobre relaciones abiertas, poliamor y anarquía relacional. ¡El amor ha muerto, viva el amor!
Sara Montero
Madrid-
"Líquido" para el sociólogo Zygmunt Bauman, "fragante" para la poeta Juana de Ibarbourou y "trabajo no pagado" para la filósofa Silvia Federici. El amor es, quizá, el nombre más adjetivado de la historia de la literatura, el más pensado, a quién más han escrito los poetas y cantado los músicos. Y aún así, parece un tema inagotable.
En las últimas décadas, muchas autoras han seguido escribiendo sobre este sentimiento universal tratando de hacerlo más liviano, menos problemático, más placentero e intentando desligarlo del sufrimiento del romanticismo. Han surgido nuevas estructuras, nuevas formas de amar, o simplemente, ahora tienen nombre: de la anarquía relacional al poliamor. Ambos tienen un objetivo común: proponer alternativas a la monogamia impuesta.
Algunas creadoras desafían a la mismísima Real Academia de la Lengua, sustrayendo algunos elementos de la primera acepción de amor: "Sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser". Quizá el amor ya no parte de la insuficiencia del ser humano, ni sea la unión con "solo" otro ser, aunque todo eso no le reste ni un ápice de intensidad.
Las novedades en las librerías dan buena cuenta de que el amor y el sexo, pese al empacho en todos los formatos, siguen interesando al público. El fin del amor. Amar y follar en el siglo XXI (Seix Barral, 2020) , de Tamara Tenenbaum o Caliente, de Luna Miguel (Lumen, 2021) son algunos ejemplos de reflexiones sobre la forma de relacionarnos.
La escritora Brigitte Vasallo ya advirtió en su libro Pensamiento monógamo, terror poliamoroso (La Oveja Roja, 2018) que la monogamia es todo un sistema basado en la exclusividad de la pareja y su jerarquía con respecto a otros vínculos como las amistades, a pesar de que sean éstas las que nos ayuden a tejer redes más fuertes y duraderas.
Adiós al privilegio de pareja
Ese interés por buscar otras formas de querer fue lo que puso la primera letra al libro de Juan Carlos Pérez Cortés: Anarquía relacional. La revolución desde los vínculos (La Oveja Roja, 2020). En la librería Contrabandos, en el madrileño barrio de Lavapiés, dos o tres personas se habían interesado por la anarquía relacional, pero no encontraban un manual completo sobre este tema.
Para explicar este concepto, cuyo origen sitúa en Suecia en la primera década del siglo XXI, Pérez Cortés utiliza decenas de referencias. En ese caso, bebe del anarquismo político, pero también de otras disciplinas como la antropología o el feminismo. Su propuesta se basa en profundizar en la "política del estilo de vida", el Lifestyle Politics. Es decir, hacer "la revolución desde los vínculos".
Si la pareja es un núcleo cerrado de dos personas, Cortés apuesta por ejercer el amor de forma más comunitaria. "Dejas de dividir los vínculos en dos tipos: pareja y amistad", explica. Se trata de acabar con el privilegio de la pareja, que prima sobre el resto de las relaciones. Esto no solo supone libertad sexual, sino también compromiso y dosis de cuidados con personas que no son tu pareja. De hecho, propone algo desafiante en una sociedad hipersexualizada donde la exclusividad del coito conduce al matrimonio y la familia: que el sexo deje de condicionarlo todo.
"Gestionar varias relaciones a la vez no es el interés. El interés es cambiar la forma en la que te relacionas"
Por tanto, estar con varias personas a la vez es la consecuencia y no el propósito. Y esto no supone renunciar a convivir con una sola persona, pero no como imposición: "Gestionar varias relaciones a la vez no es el interés de todo esto. El interés es cambiar la forma en la que te relacionas. Cuando consideramos todos los vínculos relevantes, dignos de respeto, de cuidado y de importancia es muy raro que consideres que personas importantes en tu vida solo hay una", explica el autor.
De la práctica a la teoría
Él no lo tuvo fácil cuando empezó a recorrer el camino en 2002. "Rompí una relación larga de convivencia. Estábamos a gusto, en un punto en el que todas las etapas se habían ido cumpliendo. Cuando salí de ella me di cuenta de que el problema no era la persona, sino la forma de la relación", recuerda.
Hace 18 años, no había oído hablar de la anarquía relacional. No tenía referentes ni alternativas, así que tiró de un mecanismo conocido y reproducido durante siglos: el "individualismo emocional". Es decir, acostarse con más gente, pero sin comprometerse. Ponerse barreras para "no hacer daño a nadie" y derrumbar toda expectativa. Recuerda esa etapa como algo naif. Hasta que cayó en sus manos el libro Ética promiscua, de Dossie Easton y Janet Hardy.
Después, empezó a explorar la web Golfxs con principios y descubrió otros blogs de personas que contaban experiencias diferentes. Los vínculos podían ser muchos, pero no tenían que competir entre ellos, ni estaban jerarquizados.
Poliamor sin estereotipos
Pérez Cortés cree que hay que dejar de mirar las relaciones no monógamas con "exotismo" y recuerda que "hay muchísima gente que no vive conforme a la norma". La única diferencia es que ahora se visibiliza, se comparte, se discute y se almacena en Internet.
"Lo que hace falta es más y mejor práctica visible"
Una de esas personas que no sigue la norma es la escritora peruana Gabriela Wiener, que no solo practica el poliamor, ese término paraguas, sino que ha configurado una familia poliamorosa. Comparte su experiencia con todo el público en la obra Qué locura enamorarme yo de ti, que estará en el Teatro del Barrio hasta el 23 de febrero. En la historia hay crisis sentimentales, dolor, celos y situaciones complejas, pero sobre todo mucho amor y aprendizaje. "Ahora hay mucha guía, teoría, referentes, grupos, comunidades y talleres; lo que hace falta es más y mejor práctica visible", explica a Público.
Wiener cuenta con humor cómo hace años se "estaba arruinando en taxis desesperados para llegar a tiempo a mis compromisos con mi pareja y mi amante sin que ninguno supiera la verdad de la milanesa". "Me lo montaba fatal. Demasiado para mi bolsillo, para mi psique, para mi alma", asevera. En realidad, cruzó la línea una noche que pidió a su marido que le llevase a casa de su amante: "Esa noche mi marido se enrolló con la mujer de mi amante mientras yo veía vídeos musicales con el otro y así empezó todo", recuerda.
En esos momentos, Wiener empezó a leer las "ficciones cachondas francesas" de Anais Nin, "pero en clave chola peruana": "En esos libros no había pedagogía alguna pero sí mucha inspiración para vivir pasiones y amores de la manera más desorganizada pero también más plural y libérrima posible". Después, llegaron las lecturas sobre "ética amorosa".
Y eso es lo que ella hace en su obra. Dar referentes y llevar el poliamor no solo al terreno sentimental, sino también al de la familia. De lo sexual a lo cotidiano. No elude ningún tema. Ni el conflicto, ni los celos, ni las dudas. "Los celos no son sentimientos que solo tiene la gente miserable y no son algo que deba trabajarse individualmente y allá tú, te los gestionas. Pero hablar de ello, trabajarlo juntos, sí es una oportunidad para cuidar de otra manera nuestras relaciones y comenzar un proceso de despatriarcalización del amor. Porque ya se sabe que en nombre de los celos y la propiedad (de los cuerpos) se mata, pero en nombre del poliamor también se puede hacer mucho daño. Por eso, idealizaciones, las mínimas", reflexiona.
"Agradecemos mucho tener red, refugio, familia comprensiva pero, por ejemplo, para el Estado aún mi hijo no es mi hijo"
Hace diez años, Wiener escribió Nueve Lunas, que ahora reedita Random House, en el que escribía sobre su embarazo de Coco, su hijo mayor, hoy adolescente. A la familia se ha incorporado una mujer más y un bebé, pero la ley ni siquiera contempla administrativamente la familia poliamorosa: "Agradecemos mucho tener red, refugio, familia comprensiva pero, por ejemplo, para el Estado aún mi hijo no es mi hijo".
Hacer camino al andar, como diría Machado, deja polvo detrás y tierra en las suelas, pero Wiener disfruta mucho de sus botas: "Aspiro a tener una vida tranquila y placentera, sea en el modelo amoroso que sea, pero cuando me jubile. Por ahora me va la marcha".
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