Este artículo se publicó hace 17 años.
Primer asalto de la calle contra Sarkozy
Los trabajadores franceses se alzan contra las políticas sociales de Nicolas Sarkozy. La huelga de los empleados de los transportes públicos para protestar contra el anunciado recorte de las pensiones ha arrancado con un seguimiento masivo.
Durante semanas el Gobierno francés había apostado por un fracaso de la huelga convocada hoy por los sindicatos en transportes públicos y otros sectores. Pero al final ha tenido que resignarse y corregir el tiro.
La jornada contra el recorte de las pensiones, que empezó ayer por la noche, arrancó con un eco masivo y empezó a cobrar ese rostro que poco gusta a los Gobiernos franceses desde siempre: una protesta multiforme, en la que cada cual, si la mayonesa coge, puede colar su propia reivindicación.
Según las informaciones que pudo recoger Público anoche de fuentes sindicales, el eco que está teniendo la convocatoria de huelga de transportes públicos es tal, que la dirección de la compañía SNCF, la sociedad pública de ferrocariles franceses, ha tenido que revisar a última hora sus planes iniciales, y reducir el número de trenes de largo recorrido en servicios mínimos.
También la alta velocidad
"Normalmente, para mantener el tráfico de los trenes de alta velocidad (TGV) en caso de huelga, la dirección dispone de una reserva de ejecutivos que están formados para conducirlos. Esta vez, hasta los ejecutivos se han sumado a la huelga", indicaron fuentes sindicales consultadas por este periódico.
Los TGV son efectivamente el portaestandarte europeo de la compañía francesa, y durante las jornadas de huelga de los últimos diez años, más del 50% de ellos circularon en el interior de Francia, y casi el 100% rumbo a Bruselas, Londres o Amsterdam, y ello independientemente del éxito de la convocatoria.
Para la jornada de hoy, sólo el 7% de los TGV nacionales estaban programados, y únicamente se mantenían en los paneles de salida aproximadamente la mitad de los trenes con destinos europeos.
Al paro de los trenes, que arranca como huelga ilimitada para un 10% de las asambleas de ferroviarios, se suma la interrupción casi total del servicio de transportes públicos en la región de París y aproximadamente otros 25 núcleos urbanos.
Los agentes de las compañías de gas y electricidad, el teatro de la Comédie Française y la Opéra de Paris Garnier, entre otros, se sumaron a la huelga contra el anunciado recorte de las pensiones sometidas a regímenes especiales.
Menor parecía ayer el seguimiento de la convocatoria, no unitaria, de paros en la enseñanza y los aeropuertos.
El Gobierno había apostado inicialmente por ningunear las reivindicaciones de los sindicatos, que estiman que el recorte de las pensiones especiales en 2007 no es más que el preludio hacia un recorte las pensiones del régimen general, en 2008.
A principios de semana, el Ejecutivo coordinado por François Fillon y presidido por Nicolas Sarkozy cambió de tono. Fillon reconoció que el seguimiento iba a ser masivo, y Sarkozy afirmó con paternalismo que era "normal que la preocupación se exprese".
El intento de convertir en algo "normal" para un Gobierno el éxito de una huelga tiene su intríngulis.
La estrategia de Sarkozy
Con ese gesto, Sarkozy parece reconocer que ha fracasado su tentativa de hacer que la opinión pública crea que los huelguistas son unos egoístas que secuestran a los usuarios de los transportes para defender sus jubilaciones "privilegiadas".
Unas 60 manifestaciones están previstas en otras tantas ciudades francesas. A ellas se sumarán los médicos internos, en huelga desde hace cuatro días.
Y, tras la jornada de hoy, los sindicatos de funcionarios deben tomar una decisión tras la decepción por la oferta gubernamental en sus negociacones. Las espadas siguen en alto en las calles francesas.
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