Este artículo se publicó hace 3 años.
"Hasta el coño del ciberacoso"
Por mucho protocolo y por mucha vigilancia —humana o automática— que exista, vivimos en una creciente polarización en la que las víctimas más numerosas de insultos y amenazas en las redes son las mujeres.
Madrid-Actualizado a
El acoso en las redes sociales a las mujeres por el hecho de ser mujeres está expandiéndose sin que las autoridades o las plataformas lo eviten. Cuando el insulto o la amenaza se disfraza de libertad de expresión los límites se difuminan, hasta el punto de que se toman en serio determinados chistes o manifestaciones artísticas (de mejor o peor gusto) pero las amenazas misóginas, pues un poco menos. Lo alarmante es que parece una tendencia creciente: cuanto más mensajes de odio en las redes, hay más violencia a pie de calle. Ahora que algunas redes sociales refuerzan su compromiso para luchar contra este problema, muchas voces femeninas reclaman: "¡Que nos dejen en paz!"
Algunas afectadas por las 'ciberturbas' han decidido tirar la toalla y abandonar estos servicios, pese a que muchas veces son indispensables para su propia actividad laboral: periodistas, artistas, humoristas y políticas renuncian a su voz pública —incluso a su domicilio— porque temen que las amenazas se vuelvan físicas, porque sienten miedo y no reciben ayuda. La lista de afectadas es interminable. Y están hartas.
"Estamos hasta el coño del ciberacoso", exclama Cristina Fallarás, columnista de Público y conocida periodista que ha sufrido desde hace años este tipo de comportamientos. "No tienes idea del problema, yo me he tenido que cambiar de barrio porque en el mío me insultaban, me escupían, me empujaban… y así cada día, fuera a donde fuera. Así que cogí a mis hijos y me cambié de barrio".
"El 'ciberacoso' aterriza en la calle, no se queda sólo en las redes"
Fallarás remarca algo que viene diciendo desde hace tiempo: "El 'ciberacoso' aterriza en la calle, no se queda sólo en las redes sino que a mi ya me gritan y me insultan en la acera, vaya con mis hijos o no…". El 'ciberacoso' no es sólo 'ciber', pues, para algunas mujeres. Y al final, quizá para recuperar un poco de paz, Fallarás renunció a su cuenta de Twitter en abril de este año, justo cuando otra mujer acosada hasta el extremo, la alcaldesa de Barcelona Ada Colau (casi un millón de seguidores), hizo lo propio. "Es que estamos hartas", insiste la periodista.
Las ciberamenazas y la actividad de los troles 'odiadores' a tiempo completo se están cebando desde hace años con muchos colectivos vulnerables, pero ninguno tan grande como el de las mujeres. Más de la mitad de la población está expuesta a las máquinas de difusión de odio, misoginia y machismo en las redes sociales, especialmente las que sirven para darse visibilidad como Twitter y ahora, especialmente, Instagram.
Recientemente, las periodistas Isabel Calderón y Lucian Lijtmaer dedicaron íntegramente un episodio de su podcast Deforme Semanal, uno de los más escuchados de España, a una situación de 'ciberacoso' que denunciaba la propia Calderón. Dicho programa, llamado 'Incitación al odio', está dedicado precisamente a todas las afectadas por ese problema. Ambas huyen de la victimización, reivindican su activismo feminista, su amor por la cultura y por todo ello, se posicionan ante lo "peligroso y asqueroso que es ser mujer en internet".
"Muchos tíos no pueden soportar que nos vaya bien, que hablemos libres y más si es de feminismo"
Calderon confiesa que ha tenido ya tres ataques de 'ciberacoso', el primero de los cuales le generó un episodio de ansiedad. A consecuencia del último ataque (a raíz de una cita en Twitter que generó un "tsunami" de amenazas e insultos hacia su cuenta), decide contraatacar en su espacio: "Muchos tíos no pueden soportar que nos vaya bien, que estamos en el espacio público, que hablemos libres, y más si es de feminismo". Todo ello en un entorno de aparente impunidad y que se percibe como "inocuo", y no lo es, recuerdan ambas.
Subrayan lo importante que fue la respuestas de solidaridad en la misma red social. Frente a los ataques gratuitos hubo más autodefensa contra los 'trolls' y miles de respuestas solidarias, incluso por parte de la ministra de Igualdad, Irene Montero.
"Los insultos no forman parte del debate público", afirma Lijtmaer, "'Basura becaria' o 'te voy a reventar el coño' no es admisible, ni legalmente", ya que el derecho de incitación al odio no está amparado por el derecho a la libertad de expresión, ni en España ni en gran parte de Europa.
Objetivo: el feminismo
Otra sufridora de este escarnio misógino es la humorista y actriz Pamela Palenciano. Fue acusada por sectores de la ultraderecha de 'adoctrinar' a los chavales de instituto con su monólogo No sólo duelen los golpes, en el que cuenta el maltrato desde su propia experiencia. Esta obra ha sido puesta como ejemplo de contenido a suprimir a petición de los padres mediante el pin (veto) parental, que tanto defiende el partido Vox.
"A mí todo esto me ha provocado una pérdida de trabajo, porque hay gente que no quiere contratar mi monólogo por la polémica que hay alrededor, o porque se han dejado guiar por los mensajes que ponen de mí, que parece que soy una adoctrinaniños", lamenta Palenciano en una conversación con Público.
A Palenciano le ha sucedido algo parecido a lo que sufre Fallarás: "Todo esto también me repercute en mi vida diaria: yo voy andando por donde vivo, en el distrito de Vallecas, y voy mirando para atrás porque las amenazas ya no son sólo por redes: salta a WhatsApp, me dicen 'sabemos dónde estás', etc". El ‘ciberacoso’ puede transformarse en agresión con demasiada facilidad. Precisamente en golpes.
"Publico muchas cosas en las redes para dar visibilidad a mi trabajo, para que la gente que quiera pueda ver mi monólogo…", comenta, y añade: "Pero es que las amenazas ya no se quedan en 'puta, zorra de mierda, te voy a matar', sino que ya son vídeos de gente que asesina a gente, de un tipo que se hacía pasar por un sicario de Latinoamérica…".
"Estoy viendo unos niveles de acoso que antes nunca había visto"
"Estoy viendo unos niveles de acoso que antes nunca había visto", reconoce Palenciano, que apunta que el sitio donde más amenazas recibe ahora es Instagram. "En 2019 y 2020 era más Twitter, y por la forma de escribir deduje que se trataba de gente de 40-50 años de edad, pero ahora el perfil de amenazas que estoy sufriendo en Instagram corresponde a críos de 15 años en adelante, hasta 35 años, todos hombres heterosexuales, fans de algunos youtubers muy seguidos y muy fachas, porque rebotan frases que han dicho una y otra vez".
A denunciar
Fallarás reconoce que antes denunciaba ante las autoridades cada ataque en redes, "pero no pasaba nada". Con el tiempo comprendió que las denuncias son más eficaces en la comisaría especializada en delitos de odio de la Policía Municipal de Madrid. "A mí la Policía Nacional nunca me ha hecho ni puto caso", lamenta.
"Sobre todo denuncié cuando mis hijos —entonces tenían 14 y 8 años de edad— recibieron amenazas también de muerte, y ahí me empeñé mucho", afirma la periodista. "Llegaron a mandarles una foto de una mujer muerta envuelta en papel celofán en el maletero de un coche, como si fuera yo; además de otras lindezas como 'te voy a reventar el coño' o 'esto le pasará a tu madre'…".
"La Policía Nacional nunca me ha hecho ni puto caso"
Fue a raíz de la denuncia para proteger a sus hijos cuando tuvo que ir a declarar al juzgado. Esa única vez. "Tuve tan mal tino que la jueza no sabía lo que era una red social", recuerda, y agrega: "No fue fácil explicarle que @LaFallaras era yo misma en Twitter".
"Que te llamen 'puta, zorra, guarra' o que amenacen con boicotear mi monólogo no lo consideran amenazas", afirma Palenciano, que añade: "He ido ya cuatro veces a denunciar a la Policía pero dicen que es muy difícil identificar las cuentas", es decir, que se necesita una orden de un juez para que Instagram, en EEUU, pueda confirmar datos para localizar la dirección IP y, así, localizar a cada persona, le explicaron en comisaría.
Denunciar... o qué
"Parece que la Policía cumple un papel disuasorio frente estas denuncias", razona la humorista. Y cuenta su última experiencia: "Yo ya estaba muy cansada, así que le dije al agente que me atendió: '¿Qué pasaría si me cago en Franco aquí y ahora? Pues que me cierra usted todas mis cuentas y de aquí no salgo, y me lleva a la Audiencia Provincial por cagarme en Franco'. Porque eso sí que lo he visto, es decir, cuentas que critican al Estado y los poderes actúan muy rápido".
"Que tengan mis hijos miedo por lo que le pueda pasar a su madre, eso no importa"
"Que tengan mis hijos miedo por lo que le pueda pasar a su madre, eso no importa. Eso sí, cagarse en Franco o en Carrero Blanco, eso ya es más importante", afirma con amargura. "¿Nada de eso es delito y otras cosas lo son? No sé en qué país vivimos, estamos en la Península Histérica, como yo la llamo".
En los casos anteriores, que fueron mediáticos por la visibilidad de sus protagonistas, existe un rasgo común añadido: todas lamentan que Twitter o Instagram hacen poco o nada para evitar el escarnio hacia ellas.
"De las plataformas nunca he tenido una respuesta: hemos denunciado 10 personas, tanto de mi familia y cercanos como algunas seguidoras que mandan capturas de pantalla, y nada", confiesa Palenciano. "Te dan las gracias por denunciar en un mensaje, y ahí te quedas".
Por su parte, Fallarás se agita ante las iniciativas de estas redes sociales para intentar luchar contra esta ola de acoso en red: "No es que no tengan protocolos, que ya existían antes, sino que ahora se plantean usarlos; ¿por qué no los usaron hasta ahora?". Ella confiesa que se borró la cuenta en Twitter porque "no sirve para nada" y le daba "muy mala vida": "Aunque no mirase, me saltaban por todas partes insultos y amenazas, los mismos que salían en las redes los recibía a pie de calle".
Twitter e Instagram
En Twitter aseguran que sus políticas van cambiando y mejorando las políticas de uso a medida que aparecen nuevos comportamientos censurables. Con la creciente polarización social, la tarea de localizar y evitar a los usuarios que usan esta plataforma con mala fe se vuelve cada vez más compleja.
A pesar de que la compañía niega que existan líneas editoriales o sesgos ("se aplican las políticas", afirman), la Justicia francesa ha obligado recientemente a Twitter a desvelar cuáles son los mecanismos, tanto automáticos como humanos, que hay detrás de la operación de contenidos de los usuarios en cuestiones de acoso o discurso de odio.
Desde Instagram, propiedad de Facebook, la respuesta a Público es igual de ambigua: "Las personas solo se sentirán cómodas expresándose en Instagram si se sienten seguras y apoyadas", comentan fuentes oficiales de la compañía en una breve nota. El gigante de las redes sociales presume de que su sistema de inteligencia artificial es capaz de leer un mensaje ofensivo incluso mientras se está escribiendo y antes de que se publique, para informar a un usuario determinado de que hay contenido similar a los reportados.
Aparte de los filtros automáticos de términos ofensivos —que, por otro lado, no son capaces de contextualizar según qué expresiones—, la popular aplicación de fotos asegura que "todos las denuncias reportadas se verifican gracias a un equipo de operaciones de comunidad que trabaja 24 horas al día, 7 días a la semana, en todos los idiomas", sin especificar más. Igual que hace Twitter, niega que exista un control editorial para decidir qué mensajes son indeseables y cuáles no: simplemente "aplican sus políticas". Lo que pasa es que no muestran cómo.
Mientras tanto, Pamela Palenciano y tantas otras mujeres que quieren ser visibles en las redes sin sentirse acosadas, insultadas o amenazadas, alzan su voz cada vez más alto: "Que nos dejen en paz ya".
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