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HBO Todo lo que debes saber para engancharte a 'Chernobyl', la serie de moda

La producción de HBO y Sky se ha convertido en la serie mejor valorada por los usuarios de IMDB por encima de pesos pesados como ‘Breaking Bad’, ‘The Wire’ y ‘Los Soprano’. El próximo lunes emite su último capítulo.

Imagen de una escena de la miniserie 'Chernobyl'. / HBO

El estreno de Chernobyl se vio eclipsado por la recta final de Juego de tronos. Estrenada el 7 de mayo, con todo el mundo pendiente de si los guiones de la serie de las series cumplían con sus expectativas o debían poner el grito en el cielo contra sus responsables, HBO estrenó en la misma casa que la de los dragones esta producción realizada en colaboración con Sky. Pasó desapercibida para muchos entonces, pero el boca a boca y las buenas críticas han hecho que, sin haber acabado su emisión aún, haya conseguido adelantar a producciones tan icónicas como Breaking Bad, The Wire y Los Soprano en la puntuación que otorgan los usuarios de IMDB.

Con cuatro capítulos emitidos y a falta de uno solo para su desenlace -que podrá verse el próximo lunes en HBO-, Chernobyl puede presumir del 9,7 de nota que figura en su ficha de la mencionada base de datos. Breaking Bad tiene un 9,5, The Wire un 9,3 y Los Soprano un 9,1. Tres iconos de la televisión que siempre aparecen encabezando las listas de las mejores de la historia que han visto como una casi desconocida hace dos semanas les superaba. Por cierto, Juego de tronos tiene una puntuación de 9,4. Chernobyl se ha convertido en la recomendación de muchos y en tema de conversación entre los seriéfilos sin que (casi) nadie se lo esperase. Con mucha menos promoción que otras de calidad igual o inferior, se ha colocado en lo más alto por méritos propios. Pero, ¿cuáles son esos méritos? ¿Cuáles son las claves que han aupado a Chernobyl al Olimpo de las series?

Cuenta una historia real y no muy lejana en el tiempo

Esto puede ser un punto tan a favor como en contra, aunque en este caso es más bien lo primero. Chernobyl, como su propio nombre indica, se centra en el accidente nuclear ocurrido en la central Vladímir Ilich Lenin en abril de 1986. Todo el mundo conoce el hecho en sí, pero no tanto lo que se escondió tras aquel momento crucial en la historia reciente. Y precisamente en ese aspecto es en el que ahonda la serie, que destapa los tejemanejes del entonces gobierno soviético para tapar el desastre.

Que sea real y al mismo tiempo tan desconocido para el gran público hace que el interés que despierta aumente con cada capítulo al mismo tiempo que la incredulidad por cómo pudo llegarse hasta ese punto por una ¿simple? cuestión de imagen y ego. El que hayan pasado poco más de tres décadas de lo que se narra y que todavía se estén sufriendo las consecuencias fomenta aún más el interés que despierta. Además, se trata de una historia poco explorada y explotada tanto en el cine como en la televisión.

No se deja arrastrar al morbo o la sensiblería

Chernobyl narra una tragedia humana y medioambiental que no ha tenido parangón, pero también toda una conspiración política basada en la omertá que provocó que el desastre fuese mayor. Con un material como el que maneja, sus guiones podrían haberse dejado arrastrar al plano de la sensiblería o del morbo. Caer en el efectismo de los sentimientos poniendo el foco en las víctimas, en lo mal que lo pasaron o recrearse en los aspectos más escabrosos y gore habría sido lo fácil. Con un accidente nuclear como arranque, hay mucho potencial para ello dados los efectos que la radiación tiene en el cuerpo humano. Sin embargo, nada más lejos de la realidad.

La sobriedad se apodera de cada plano. Se cuenta lo que se quiere contar sin recrearse en el sufrimiento y el dolor. Esas partes de la trama, que las hay, se abordan más desde el terror. Chernobyl está plagada de escenas que parecen sacadas de una película o una serie de terror. Que sean hechos reales, aumenta esa sensación. La cuidada producción que se aprecia en todo momento y la banda sonora envuelven todo ese sentimiento de impotencia y angustia que transmite la serie en cada capítulo.

¿Quiénes son los responsables directos del éxito?

El primero de todos, Craig Mazin, creador de Chernobyl y más conocido por haber firmado los guiones de producciones con aspiraciones mucho más comerciales como Resacón 2, algunas de la saga Scary Movie y Las crónicas de Blacanieves. Otra de las grandes bazas que ha jugado a favor de esta miniserie es el reparto. Lo suficientemente conocido para que los rostros de los tres principales protagonistas les suenen a muchos, pero no lo suficiente como para que su estrella eclipse lo que se quiere contar.

Eso, más el talento interpretativo de Jared Harris, Emily Watson y Stellan Skarsgård, suma a su favor. Ellos cargan con gran parte del peso dramático, pero también todos esos otros actores más anónimos para el gran público que dan vida a los muchos héroes sin nombre que surgieron de aquel accidente.

¿Por qué ha ido de menos a más?

Chernobyl siempre fue una gran serie y los ingredientes que han acabado por convertirla en el título a recomendar no han variado, pero lo cierto es que ha ido in crescendo con el paso de los capítulos despegando en su ecuador, ya sin Juego de tronos haciéndole sombra en su propia casa y habiendo sentado las bases de lo que siempre ha sido, una serie sobresaliente que merece ser vista por todos. No solo por lo que cuenta, sino por cómo lo hace y la cantidad de reflexiones a las que invita.

El hecho de que su emisión sea semana a semana ha contribuido también indudablemente a su aumento de popularidad dando tiempo entre un episodio y otro a madurar, a ganar cuerpo y a que todo aquel que oye hablar de ella bien se reenganche. Chernobyl no es una serie apta para maratones y que cada capítulo se estrene un lunes le favorece. No es de consumo fácil como les pasa también, por ejemplo, a El cuento de la criada o a muchas de las grandes a las que ha adelantado en IMDB.

Genera la necesidad de comentar

La de Mazin es de esas series que genera la necesidad de comentar. Primero porque lo más probable es que salvo que se sea alguien especialmente bien informado, lo más seguro es que se desconozca toda esa trastienda existente en la gestión del desastre de Chernobyl. Segundo, porque en una coyuntura social, política y periodística como la actual en la que las fake news están a la orden del día, ver cómo la desinformación se propagaba hace treinta años sin necesidad de redes sociales no deja de ser aleccionador. Y tercero, porque está plagada de escenas tan potentes dramática, histórica y visualmente que es inevitable querer comentarlas y compartirlas con alguien mientras se ven o después. Casi mejor después.

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