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El día a día en Madrid de los familiares durante el juicio: un abrazo fugaz, pocas llamadas y mucho orgullo de los presos

Los viajes de AVE, el dineral en desplazamientos y hoteles, intentar abrazar a los reclusos de forma fugaz y el orgullo de escucharlos a viva voz son algunas de las escenas cotidianas de su día a día en Madrid. Lo repasamos con Laura Masvidal, Oriol Sànchez, Diana Riba, Txell Bonet y Meritxell Lluís.

Los acusados en el conocido como 'juicio al procés'.- EFE/Señal Institucional del Tribunal Supremo

Ander Zurimendi

El AVE es su escenario habitual. Si coincides con ellos en el vagón, ya no sabes si vuelven de Madrid o justo ahora van. La mayoría han comprado una especie de T-10 de AVE, porque con el abono al menos no sale tan caro. Pero el vaivén les ha hecho perder la rutina y ya se han acostumbrado a ir improvisando. Como una mata de junco: adaptarse a cada cambio en las condiciones de vida de su familiar encarcelado.

Con el inicio del juicio, sin embargo, ahora no va (o no sólo) de trasladarse a la cárcel. Ya sea las lejanas Soto del Real y Alcalá Meco o las próximas Lledoners y Puig de les Basses. Ahora va de pisar Madrid. Y más concretamente, el centro neurálgico de la ciudad, allí donde se establece el poder político y mediático.

Hablamos del transcurso del juicio al Procés con cinco familiares de los presos: Laura Masvidal, mujer de Quim Forn (PDeCAT); Oriol Sànchez, hijo de Jordi Sànchez (ex presidente de la ANC); Diana Riba, mujer de Raül Romeva (ERC); Txell Bonet, compañera de Jordi Cuixart (Òmnium Cultural), y Meritxell Lluís, mujer de Josep Rull (PDeCAT). Las siglas entre paréntesis que acompañan cada nombre son diferentes, pero poco les importa ante un encarcelamiento preventivo desde hace más de un año.

Madrid: de ciudad donde hacer turismo a un escenario de angustia

Para Laura Masvidal, lo que hasta ahora significaba Madrid ha cambiado radicalmente. "No es que perciba hostilidad en la ciudadanía, pero es que no disfruto de nada, ni de sentarme a tomar una cerveza o comer algo en una terraza, ni de pasear un poco en los ratos libres o intentar desconectar mirando un paradero chulo". Madrid se ha convertido en el oscuro escenario en el que su marido está siendo juzgado.

"Me esperaba una cierta hostilidad... Y sin embargo, me he encontrado que todo el mundo pasa olímpicamente", dice Masvidal

Los principales escenarios de los familiares en Madrid son la estación de trenes de Atocha, donde llegan los AVE procedentes de Sants (Barcelona), el entorno del Tribunal Supremo (bares donde hacen café en los recesos del juicio o comen al mediodía) y los hoteles donde se quedan a descansar.

Masvidal no percibe una antipatía en la gente corriente: "Me esperaba una cierta hostilidad... Y sin embargo, me he encontrado que todo el mundo pasa olímpicamente. Pasean sin saber qué está pasando con el juicio. Los taxistas no saben nada y en los bares poco, a excepción de que estés junto al Supremo y algunos periodistas estén mirando la retransmisión en directo del juicio por televisión", añade.

Meritxell Lluís, mujer del ex conseller de Territorio Josep Rull, tampoco se ha encontrado en situaciones tensas. "Yo voy con mi lazo y mi chapa de los presos político y no he tenido ningún problema", explica, "aunque es cierto que tampoco vamos a hacer turismo, básicamente estamos alrededor del Supremo".

Esta distinción entre el ambiente ciudadano y el ajetreo y hostilidad mediática es notorio. Ahí coincide Diana Riba, mujer del ex conseller de Relaciones Internacionales Raül Romeva: "No generalizaría toda la ciudad, ni mucho menos. Es tan cierto que los primeros días nos sorprendió ver la manifestación de Vox, el cordón policial, todo lleno de banderas españolas... Como que vas a cenar y no hay ningún problema ". En todo caso, apunta, se ha resignificado lo que para ella simbolizaba Madrid.

Un dineral en trenes y hoteles

La incertidumbre se ha convertido en la dinámica de su vida. «Vamos improvisando a cada momento, porque desde hace un año y medio que no tenemos un calendario fijo: vas buscando alojamiento, transportes... No sabes ni cómo te lo haces», explica Masvidal. La logística, de hecho, es un motivo de estrés. Pero también un dispendio económico que están afrontando gracias, en parte, a la solidaridad. "Es que es un dineral, ni que comas de bocadillos: los taxis, los trenes, los hoteles... Y no es de una persona, sino de varios familiares de cada uno de los acusados y durante muchos días", añade.

"El lunes fui a Madrid y volví. Entonces el miércoles volví a viajar"

Un día sí, un día no. Diana Riba apunta: "El lunes fui a Madrid y volví. Entonces el miércoles volví a viajar". Riba tiene dos hijas menores de edad y no pueden entrar en el Supremo. Lo mismo que le pasa a Meritxell Lluís, también con dos niños pequeños. "A principios de semana fui un día, y ahora este fin de semana volvemos con las criaturas porque tenemos vis a vis familiar en la cárcel", explica. Por medio ha tenido, entre otros, un pleno del Ayuntamiento de Terrassa, donde es concejal por el PDeCAT.

Un par de viajes a la semana: Barcelona, Madrid, Barcelona, Madrid, Barcelona. "Es que no puedes tener ritmo laboral, a menos que dejes de ir a verlos", apunta Riba, actual número dos de ERC en las elecciones europeas. Y dejar de ir a verlos, evidentemente, no entra en las posibilidades.

Oriol Sànchez, hijo del presidente del ANC Jordi Sànchez, coincide. Pero en vez desde la vertiente laboral, desde la estudiantil. "Fui al juicio la primera semana de cuestiones iniciales y entonces a la declaración de mi padre; ya lo hemos acordado así entre las familias ", explica Sánchez, de 20 años, que estudia Economía en la universidad. Y añade: "Intentamos seguir la vida en Barcelona, es que no podemos pararlo todo del todo".

Incomunicación telefónica con los presos

La comunicación con los familiares también se ha interrumpido durante unos días, ya que los horarios del juicio hacen que los presos vuelvan a Soto del Real o a Alcalá Meco muy tarde y ya haya pasado el horario de hacer llamadas al exterior.

Esta misma semana, con jornadas judiciales especialmente largas, los presos 'perdieron' el derecho a la llamada telefónica desde lunes a jueves, lo que motivó una queja pública de Meritxell Lluís: "Una de las cosas más duras del juicio es el aislamiento emocional. Los días que vamos al Tribunal Supremo no podemos llamar a nuestras familias. Los horarios lo hacen incompatible". A primera hora de la tarde del pasado jueves, pero, Instituciones Penitenciarias permitió finalmente un relajamiento en los estrictos horarios, tan característicos de la vida penitenciaria.

De hecho, las largas jornadas también les han privado de algunos vis a vis. Por ejemplo a los reclusos en Soto del Real, donde las visitas sólo tienen lugar entre semana. Si coincide con día de juicio (y es fácil que sea así, ya que la semana judicial ya se ha estirado a cuatro días: de lunes a jueves), lo más probable es que se queden sin visita. "Ahora estamos intentando que autoricen alguna visita en fin de semana", explica Laura Masvidal.

Soto del Real: cena fría, celda sin calefacción

De hecho, pasan tanto tiempo fuera de la prisión que incluso se pierden algunas comidas. Cuando termina la vista, aunque deben ser trasladados de vuelta a Soto del Real o a Alcalá Meco. Y dependiendo de la fluidez del tráfico de coches, el camino puede ser de 45 minutos o más. "Así que apenas tienen tiempo para cenar, porque cuando llegan ya se ha pasado la hora", explica Masvidal. Cena frío. Y a la cama. Pero los primeros días también tuvieron problemas de falta de calefacción. La cotidianidad en Lledoners o Puig de les Basses, por lo tanto, era más soportable.

Y si se van cansados a dormir, hay que sumar que cada día se despiertan a las 6 de la mañana. Después de pasar por diferentes traslados y controles hasta llegar al Supremo, comienza la sesión hacia las 10 h. Esto implica, inevitablemente, que terminen reventados. "Es que no es forma de prepararse el juicio", lamenta Masvidal.

Abrazo fugaz en el Supremo

Y así arranca el día en el Tribunal Supremo. "Tiene un aire de importancia, en la sala se respira poder", dice Jordi Sánchez. Mientras que Masvidal se burla: "A mí el clasicismo me gusta, pero esta sala no tiene nada bueno: es decrépita y decadente". Pero la burocracia no falla. Txell Bonet, compañera de Jordi Cuixart, explica cómo es el proceso de entrada: "Primero pasan las autoridades, después la prensa, en tercer lugar los familiares y finalmente el público general". Y es que cualquier ciudadano puede intentar entrar en el juicio, si madruga y hace cola con algunas horas de antelación ante el Supremo.

Una vez dentro de la sala, es el momento de ir a cazar saludos furtivas, guiños de ojos, sonrisas cómplices desde la distancia. Y también un mínimo contacto físico: "Si te pones en la primera fila, todo el mundo intenta hacer un apretón de manos o un abrazo con su familiar", prosigue Bonet. Y luego, tanto en el receso del mediodía como al terminar el juicio. Y luego, tanto en el receso del mediodía como al terminar el juicio por la tarde, el juez ha permitido que los familiares entren en la sala de espera de los acusados. "De 2 en 2 o de 4 en 4 como máximo", añade, "y justo para saludar un minuto". Pero durante la mayor parte de la sesión "sólo le veo la nuca", lamenta socarrona Txell Bonet, compañera de Jordi Cuixart, con quien tienen un hijo pequeño.

Aquel incidente con las 'ultras' de Vox

Los primeros días de juicio en la sala, además, hubo algunas micro-escenas de tensión. Oriol Sànchez, siguiendo la comparecencia de su padre, lo recuerda así: "Como coincides con público, pues había unas simpatizantes de Vox que iban haciendo comentarios, y la verdad es que me entraban ganas de girarme y decirles un par de cosas ".

Meritxell Lluís y otros familiares también tuvieron un episodio similar. "Dos señoras de Vox, que dijeron que nuestros maridos habían destrozado Catalunya...". Y Riba profundiza: "Es que tener que escuchar comentarios desagradables y frontales... Y ojo, ni siquiera escuchar a otro grupo que esté lejos, no... En la cara. Y mira, no puedes ir insultando a la gente". "Da vergüenza ajena, que monten este show", cierra Txell Bonet. Después de una conversación, sin embargo, les acabaron pidiendo disculpas. "Los desarma bastante que no entramos en estos juegos de insultos", concluye Riba, compañera del ex conseller Romeva.

El orgullo de escucharlos a viva voz, un año y medio después

Y entre algunas anécdotas desagradables, se cuelan poderosos sentimientos como el reconocimiento y el orgullo. De las muy buenas defensas y oratoria que, según todas las partes, están desplegando los acusados y sus equipos defensores. "Hombre, llevaban año y medio esperando el juicio, ¡tenían muchísimas ganas de hablar!", Explica el hijo de Jordi Sànchez. Y no mediante un tuit en Twitter o una entrevista en papel previo cuestionario del periodista. "Con su propia voz", dice Meritxell Lluís, y añade: "Para mí es un orgullo escuchar a los consellers y conselleras del Gobierno legítimo". Todavía nos espera un eslabón dialéctica más: el derecho a la última palabra, el alegato final.

"Optimismo no es la palabra, porque el Estado hará lo que sea. Pero se está demostrando que no hay pruebas incriminatorias y esto abre otra puerta; porque si no es violencia, no es rebelión; y entonces ya no es prisión", habla Diana Riba, "así que, inevitablemente, vemos un poco la luz". Y no sólo las familias, sino también las bases independentistas que siguen el juicio, como la retransmisión en pantalla gigante de esta semana ante la sede de Òmnium. La sensación es de estar ganando, aunque el árbitro esté comprado. Un chute de energía.

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