Este artículo se publicó hace 2 años.
¿Por qué se ha perdido la unidad del independentismo de 2017?
Cuando se cumplen cinco años del 1-O, analizamos con tres politólogos las diferencias que separan a los principales actores independentistas. El cambio del contexto social y político, las diferentes lecturas sobre el referéndum y la pugna por la hegemonía, entre algunos de los factores que ponen sobre la mesa.
Emma Pons Valls
Barcelona-
Cuando se cumplen cinco años del referéndum del 1 de octubre, parece que el independentismo está más fracturado que nunca. La coalición de Govern entre ERC y Junts se tambalea, la CUP impugna la totalidad de la estrategia y ANC y Òmnium han cogido rumbos diferentes. Las negociaciones con Madrid y la interpretación de lo que pasó el 1-O son dos de los puntos clave que alejan a los socios del Govern. El referéndum fue posible en gran parte por la unidad entre los actores independentistas, así como de una ciudadanía fuertemente movilizada. ¿Qué ha ocurrido en estos cinco años? ¿Por qué se ha perdido esa unidad? ¿El independentismo está desmovilizado?.
"Los partidos han digerido muy mal el post 1-O", afirma Jordi Matas, politólogo y vicerrector de la Universidad de Barcelona (UB). A la "inexperiencia" ante una situación así, la "falta de pericia y habilidad política" y los estragos de la represión –sobre los políticos, pero también sobre más de 4.000 ciudadanos, según Òmnium–, se han sumado los efectos negativos de una política "personalista" que no mira a largo plazo.
Las negociaciones con Madrid y las diferentes lecturas del 1-O, foco de los desacuerdos
El que también fue presidente de la Sindicatura Electoral del 1-O critica sin tapujos que las entidades también sufren de ese exceso de personalismo que se ha dedicado a debilitar el movimiento social que dio alas al Procés. "Detrás del 1-O había un movimiento social con vida propia, que habría tenido que alimentarse en lugar de amortiguarlo para tener protagonismo", critica. Esta "miopía política" ha creado el caldo de cultivo para los encontronazos en las que últimamente vive inmersa la política catalana, especialmente después de la última Diada.
Un momento social y político distinto
Más allá del Procés, en cinco años han cambiado muchas cosas del contexto social y político. Ha pasado una pandemia y nos encontramos con las mayores cifras de inflación desde hace décadas. La introducción de nuevos temas en la agenda ha provocado cambios en la priorización de la independencia para algunas personas. "Ha perdido posiciones en la agenda, y eso es normal, porque ha habido saturación y decepción con el independentismo", sostiene Pablo Simón, profesor de Ciencia Política en el Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Carlos III de Madrid.
Según el Centre d'Estudis d'Opinió, el máximo apoyo a la independencia se dio entre 2017 y 2019, con valores rozando el 50%. Actualmente se sitúa en el 41%, frente al 52% contrario a la secesión. Es una tesis que comparte Gemma Ubasart, politóloga y profesora agregada del Área de Ciencia Política en la Universitat de Girona, que señala que el Procés fue un ciclo de movilización que empezó el 11 de septiembre de 2012 y se cerró con las elecciones del 21 de diciembre de 2017. "No hay culpables, se trata de procesos políticos. Sería difícil que un ciclo de protesta mantuviera la fotografía intacta en el tiempo".
Según el CEO, el apoyo a la independencia se sitúa en el 41%
Ubasart explica que el Procés tuvo "una potencia a nivel social, político e institucional sin parangón en el contexto europeo", con una confluencia de actores que cinco años después ya no existe. "Un ciclo de movilización no es eterno", sostiene.
El Procés implosionó en un momento de "descomposición política" en el Estado, lo que propulsó a los movimientos de protesta, como el 15-M. "La canalización de la protesta en Catalunya se hizo a través del independentismo", señala Simón. Hoy en día, aunque no se ha resuelto ni la crisis de confianza en las instituciones ni el encaje de Catalunya en el Estado, esto ya no está sobre la mesa de igual forma. Ubasart sostiene que el 1-O "aceleró la crisis del régimen del 78", un agotamiento del modelo que aún no se ha resuelto y que nos sitúa "en un proceso de transición". Una "encrucijada" en la que se debaten también buena parte de las sociedades europeas.
Volviendo a Catalunya, los politólogos cuestionan que en 2017 hubiera una unidad sin fisuras. Para Ubasart, no se puede hablar de independentismo sino de "independentismos", por la existencia de diferencias estratégicas pero también ideológicas y de "modelo de país". "En algún momento coincidirán, y en otros no", señala. Simón apunta que ya en los años previos a 2017 se pusieron de manifiesto ciertos desacuerdos, como la negativa de ERC de reeditar la lista conjunta de Junts pel Sí.
Las lecturas diferents del 1-O
El 1-O fue un "hito de socialización", un "clímax", un "momento histórico". En eso coinciden los expertos: el 1-O marcó un antes y un después en la política catalana y en la española. Pero más allá de la importancia que tuvo, los partidos que participaron en él difieren en su interpretación. "Para el mundo posconvergente, la independencia no se logró porque la unidad se rompió; había fuerzas suficientes, pero se tomó la decisión de no seguir adelante. Para ERC, el 1-O no triunfó porque faltaba base social", explica Simón.
Esto dificulta el establecimiento de una agenda compartida y es uno de los motivos del distanciamiento entre ambos partidos del Govern, que ahora afronta un momento crítico.
ERC y Junts hacen un diagnóstico distinto de lo que pasó el 1-O y los días posteriores
También aquí es donde se inserta la diversidad de estrategias en lo que se refiere a las relaciones con el Estado, y donde topamos con la mesa de diálogo. Aquí los tres politólogos discrepan en su análisis: para Matas es "un engaño", mientras que Ubasart y Simón no creen que esté abocada a una vía muerta. "La mesa es un fin en sí mismo, no un medio", dice el segundo, por lo que la probada falta de capacidad negociadora de ERC en Madrid no la inhabilita.
El objetivo de la mesa es "señalizar la voluntad de acuerdo", por parte de ambos lados, pero Simón es contundente cuando explica que "de facto se ha vuelto a aceptar el estado autonómico" porque las negociaciones se enmarcan en una "lógica pujoliana de intercambio de escaños por competencias". Para el vicerrector de la UB, los negociadores catalanes "tienen miedo" y eso imposibilita los acuerdos, por lo que reivindica un recambio de liderazgos y aplicar una nueva estrategia.
Ubasart discrepa, ya que duda de que haya otra vía posible para avanzar en la resolución del conflicto. Sin embargo, reconoce que el hecho de que no haya una "agenda compartida" de los actores periféricos en Madrid –además de ERC, Bildu, BNG, PNV, etc.– dificulta que el PSOE se vea presionado y se avance en consecuciones. "El PSOE no tiene incentivos para moverse si no visualiza una presión suficientemente importante".
Desmovilización: de la calle a las urnas
La situación actual aboca al independentismo a la desmovilización y esto puede tener un impacto, también, en las próximas citas en las urnas. En el momento álgido de movilización hubo una participación electoral récord, especialmente en los comicios de diciembre de 2017, con un 79%. La participación en la década de 2000 había rondado el 60%, y fue subiendo progresivamente a medida que el conflicto se intensificaba. Pero en las últimas elecciones, en febrero de 2021 –en medio de la pandemia– la participación superó apenas el 50%.
La previsión es que, con el cierre del ciclo de movilización, la participación vuelva a los niveles habituales. Si esta abstención afectará más a unas u otras formaciones o quedará igualmente repartida está por ver. "Hay una crisis de confianza en los partidos y esto tendrá repercusiones electorales", constata Matas.
En 2017 hubo una participación electoral récord, del 79%
El hecho de que los líderes "no tengan una hoja de ruta clara" incide también en esta menor movilización, y se le pueden sumar los efectos de la represión, también sobre las principales entidades independentistas, como ANC y Òmnium. "Han perdido a los líderes de referencia, no tienen la misma capacidad de movilización y sufren el cansancio de un ciclo de movilización largo", afirma Simón.
Sin embargo, para Matas el movimiento vive en un "estado letárgico" del que puede salir, y remarca que aunque hay menos movilizaciones, las problemáticas por las que se protestaba en 2017 se han acentuado aún más, como la represión, la vulneración de derechos o las cloacas del Estado. "Los partidos no están cumpliendo la estrategia para hacer la república, la gente se da cuenta y eso desmotiva a los votantes", sostiene.
En los últimos años ha habido un intenso relevo de los principales liderazgos, pero Simón advierte que no todo viene condicionado por ello, sino que las consideraciones estratégicas también marcan. El politólogo sostiene que se ha pasado de políticos activistas, como Carles Puigdemont y Quim Torra, a políticos profesionales, como Pere Aragonès, que tienen mucho más en cuenta los equilibrios de poder.
En este sentido, la pugna entre ERC y Junts por la hegemonía del espacio independentista también es un factor explicativo clave de la situación actual: "El problema de Junts es que están internamente fragmentados. ERC intenta mantener el rumbo, porque si el espacio explota, se lo queden ellos", apunta Simón.
Para Matas, la encadenación de múltiples citas en las urnas ha provocado que los partidos hayan priorizado en exceso los propios resultados: "Este pulso para ver quién obtiene mejores resultados ha debilitado al movimiento social, y de rebote, también a los partidos", concluye.
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