Existe otra manera de entender la locura
Ana, Francesca e Iris son las coordinadoras del proyecto Locus*, una mirada colectiva del malestar psíquico. Estos talleres artísticos pretenden ofrecer otra visión del sufrimiento basada en la compañía y la autonomía de quienes lo padecen.
Candela Crespi
Madrid-Actualizado a
El debate sobre la salud mental comenzó a ganar peso después de meses encerrados en casa por la pandemia. Incluso se trasladó al Congreso de los Diputados. La chispa que encendió la conversación encerraba prejuicios y odio. En el recuerdo, el desafortunado grito de un diputado del PP a Errejón: "¡Vete al médico!". Aquel grito no hacía sino evidenciar la necesidad de conversar alrededor de un apartado tan importante como soterrado en nuestras vidas.
Hablamos del tema y le dimos una entidad. Lo convertimos en real. Pero llegados a este punto, la pregunta es inevitable: ¿Cómo solucionamos este grave y extendido problema? Las opciones públicas para atender el malestar siguen siendo, cuanto menos, pocas y precarias: pastillas, psicólogos privados o ingresos psiquiátricos. Ante esta ausencia de alternativas han aparecido diferentes propuestas que, a lo contrario de lo que estamos acostumbradas, ponen el foco en el origen social del dolor. Uno de los rasgos más significativos es que promueven la puesta en común de vivencias entre iguales, sin la presencia de figuras de autoridad, como pueden ser profesionales o familiares, que condicionen el relato de la persona sufriente.
La cultura loca busca "celebrar la locura como una identidad que te hace ver el mundo de manera diferente"
Locus* es una de estas alternativas. Desde 2019, el proyecto explora la unión entre cultura y salud mental comunitaria como una forma de convivir con el malestar sin juicios ni violencias. Adscrito a la corriente de la cultura loca (traducción del término anglosajón mad culture), un movimiento que "celebra la locura como una identidad que te hace ver, transitar y afectar al mundo de una manera diferente". Sus coordinadoras, Ana, Francesca e Iris han organizado una serie de talleres artísticos de muy diversas disciplinas como el tarot, memes, bordados o la perfomance.
El concepto de lugar de seguridad es el punto desde el cual arranca Locus*. En el ámbito de la psiquiatría, se usa para nombrar los espacios en hospitales o centros de detención, donde permanentemente se vigila y se contiene, en ocasiones de manera forzosa, a las personas ingresadas. En estos entornos se anula por completo la personalidad y la autonomía de quien atraviesa un pico de malestar.
Locus* da la vuelta a este concepto de espacio de seguridad para definirlo a través de la idea de una experiencia comunitaria, de acompañamiento, y con un enfoque artístico. "No es una terapia o una sucesión de talleres. Es un proceso para convivir y colectivizar el malestar y el disfrute", explica Ana a Público a fecha de esta entrevista desde el Quirófano de Locus*, una antigua sala de operaciones del Centro Municipal de Salud Comunitaria de Puente de Vallecas.
"Los procedimientos que seguimos desde Locus* parecen muy básicos: preguntar, escuchar... Sin embargo, no serán tan básicos cuando en realidad es justo lo opuesto a lo que propone desde el sistema psiquiátrico o educativo. En esto ámbitos te obvian a ti como protagonista del dolor y te anulan la capacidad de decidir qué te viene bien y qué necesitas", argumenta Francesca.
"Si se te juzga en ciertos espacios no es por tu culpa, es el contexto el que no te acoge"
Uno de los factores fundamentales que hacen de este proyecto un lugar de verdadera seguridad es la horizontalidad. Por eso sus coordinadoras participan en primera persona en los talleres. "Para mí una de las cuestiones más reveladoras es entender que si se te juzga en ciertos espacios no es por tu culpa, es el contexto el que no te acoge", recuerda Iris. "A veces siento que cuando cuentas algo se te corrige para que tu relato se amolde a lo comedido, tanto si estás hablando de una tristeza enorme como de un pleno disfrute", añade.
El malestar abarca ansiedades, paranoias, terrores y obsesiones. Sensaciones ocasionales o persistentes que no se suelen compartir. A día de hoy parece que hablar de ciertos sentimientos está relativamente permitido: el duelo por una ruptura, la muerte de un ser querido o el estrés del trabajo. Eso sí, siempre y cuando entre dentro de lo "normal", es decir, que sea transitorio y comedido, o en su defecto, que pueda solventarse con rapidez. El tiempo justo que requiere ingerir un Loracepam. "Al final cuando no tienes tiempo la solución es la pastilla, si quieres reducir medicación requieres de tiempo, acompañamiento y herramientas", explica Iris.
Además, dentro del inmenso abanico de la salud mental hay otros malestares todavía invisibilizados. "Hay dolores para los que está sociedad no está preparada ni de lejos", subraya Ana apuntando a estados psíquicos relacionados con las paranoias, escuchas de voces o disociaciones.
"Nos gusta hablar de la locura como síntoma de una sociedad enferma no como una enfermedad"
Frente a los discursos que aseguran que la juventud de hoy en día es "de cristal" y aquellos que apuestan por la tramitación del dolor como un proceso solitario, Locus* ofrece una visión totalmente opuesta. "Al final el discurso hegemónico se basa en la medicalización del malestar en lugar de criticar por qué estamos como estamos. Nos gusta hablar de la locura como síntoma de una sociedad enferma, no como una enfermedad", declara Ana al hilo de la conversación.
La visión crítica que siguen desde Locus* no niega la utilidad de la terapia o de los medicamentos como herramienta para atravesar un periodo de dolor. Lo que señalan es que se enfoca cada malestar como si se tratase de un caso aislado sobre el que solo se puede intervenir en sus síntomas y no en sus causas. "Salud mental es tener tiempo para poder salir con tus amigos. Salud mental es poderte pagar la entrada del cine si te gusta. Salud mental es alimentarte bien", argumentan las tres jóvenes. "Salud mental es tener un espacio para transitar tus momentos de malestar de la misma manera y con la misma naturalidad que transitas tus demás emociones".
Al entender la locura como algo amplio y colectivo, en Locus* se considera que el malestar lo protagoniza una persona y por lo tanto, ésta debe mantener su autonomía. Pero el dolor lo transita una red, bien sean los amigos, los familiares, las parejas o los grupos de apoyo.
"Es un apoyo mutuo y se entiende que es recíproco, todas pasaremos por ambos roles, es normal"
"El primer elemento es que la persona sufriente pueda definirse y el valor añadido es que el proceso sea grupal y no de una persona a otra. Cuando desdibujas el límite de quién es la cuidadora y quién es la persona cuidada, fragmentando el cuidado en muchas personas, es muy probable que el agobio de cuidar se relaje y que la sensación de ser una carga también se disipe. Es un apoyo mutuo y se entiende que es recíproco, todas pasaremos por ambos roles, es normal", desarrolla Francesca.
Esta filosofía contrasta de manera frontal con la definición que hace la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre la salud mental. Según la OMS, la salud mental es "un estado de bienestar en el cual cada individuo puede desarrollar su potencial, afrontar las tensiones de la vida, trabajar de forma productiva y fructífera, y puede aportar algo a su comunidad". Es decir, el organismo más importante en materia sanitaria entiende que "estar bien" es tener las condiciones para ser útil, rentable y productivo.
Ante este prisma, se entiende que los objetivos médicos de la psiquiatría vayan orientados hacia la idea de la 'cura'. Proyectos como Locus* no esperan que el dolor desaparezca inmediatamente. Su propósito es ofrecer otra mirada mucho más amable y natural del sufrimiento que se aleje de esta visión que equipara poder soportar el dolor como sinónimo de estabilidad. "Saberse como un miembro válido de la sociedad no es solo disfrutar de tu locura, sino disfrutar de tu vida más allá del diagnóstico", asegura Ana.
El enfoque individual y patológico del dolor como algo que debe evitarse por encima de cualquier circunstancia hace que esta emoción venga cargada de culpa y vergüenza. Compartir dichas experiencias personales, que a la vez son comunes, quizás destruya la idea de que afrontar las tensiones de la vida es un signo de un buen estado de salud.
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