Este artículo se publicó hace 4 años.
Movilidad y covid-19Bicicletas y coronavirus, la oportunidad de avanzar hacia las ciudades sin coches
El fomento de la bicicleta como transporte que respeta el distanciamiento social puede servir como primer paso para descongestionar el transporte público y cambiar una cosmovisión urbana subordinada al transporte contaminante privado.
Alejandro Tena
Madrid-
La emergencia del coronavirus está teniendo consecuencias directas en la forma de entender la sociedad. La pandemia está trastocando los pilares centrales del capitalismo; la economía se desploma y el Estado emerge como nunca lo había hecho para dar resguardo y protección a la vida. Tras la contención sanitaria, se esconde una dialéctica que siempre ha estado latente y que llega a todos los ámbitos. También al paradigma urbano y los parámetros de movilidad habituales. Tanto es así, que los coches ya no siembran de ruido y humo las ciudades, que permanecen en una quietud extraña. La pregunta, no obstante, es si los automóviles volverán a tomar el asfalto tras la pandemia o si esta es una buena oportunidad para repensar las ciudades.
Pese al confinamiento, hay sectores que todavía tienen que desplazarse a diario a sus puestos de trabajo, corriendo un gran riesgo de contagio, no sólo durante la jornada, sino también en el viaje de casa al entorno laboral. El transporte público se empieza a percibir como uno de los principales hervideros del coronavirus y, en ese sentido, la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, ha lanzado un guiño a otras formas de movilidad sostenible; la bicicleta.
Pese a las buenas intenciones de la política socialista, la bicicleta no ha sido vista ni ofrecida desde el Gobierno como una alternativa de movilidad desde que se aprobó el estado de alarma pandemia. Tanto, que en las redes sociales ha habido denuncias de quienes han multas o advertencias de la policía por acudir pedaleando al trabajo. "Puede tener que ver la concepción de que la bicicleta no es un medio de transporte en España", explica Nuria Blázquez, responsable de Transportes de Ecologistas en Acción.
"Es sorprendente que, aunque el Gobierno no manifestó nada relacionado con prohibir el uso de bicicletas durante el estado de alarma, la gente que la ha usado para ir a trabajar ha recibido, sobre todo al principio, una persecución arbitraria por parte de la Policía", opina Adrián Fernandez, portavoz de Greenpeace y experto en movilidad urbana.
"Hay que evitar que la gente vuelva a la normalidad usando más el coche; eso haría que subiera la contaminación"
Desde los sectores medioambientalistas y las plataformas en favor de la bicicleta valoran este gesto de Ribera de manera positiva, puesto que sirve de advertencia a los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado: la bici es un instrumento fundamental en la pandemia, puesto que, a diferencia del metro o el autobús, amplia el distanciamiento social en caso de que los ciudadanos tengan que levantar el confinamiento par acudir al trabajo.
En cualquier caso, las palabras de la ministra y su apoyo a la bicicleta necesitan, según explican desde Greenpeace, un respaldo basado en acciones que tengan puesta la mirada en el futuro y la vida tras el paso de la epidemia. "En este momento se debería potenciar, ya que no hay coches, pero también se debe proteger de cara a la vuelta a la normalidad", explica Blázquez.
"Para promover la bicicleta hace falta que se le dediquen espacios dentro de la ciudad", agrega Fernández, en referencia a los peligros que supone que las calzadas compartan carriles con los coches, lo cual ahora se está evitando por la inercia del confinamiento que ha provocado un descenso del tráfico. Así pues, este podría ser un buen momento para comenzar a articular carriles bici de cara a la vuelta a la normalidad.
Un retorno que podría traer consigo un uso masivo de los vehículos de combustión interna, ya que el miedo al virus no desaparecerá y el transporte público puede ser fruto de una estigmatización. "Hay que tratar de evitar que la gente vuelva usando más el transporte privado porque eso haría que subiera la contaminación y las emisiones de gases de efecto invernadero, lo que aumentaría aún más los riesgos de enfermedades y muertes prematuras por la calidad del aire", argumenta Blázquez.
La bicicleta, según los expertos en movilidad, se presta como un arma doble que podría contribuir a reducir el uso del coche en las ciudades, pero también a descongestionar el transporte público, algo necesario de cara a la famosa desescalada. "Es prioritario evitar trenes y autobuses abarrotados; la bici puede ser muy útil para esto si se habilitan carriles bici", expone Fernández.
Sin embargo, también es necesario que las instituciones públicas apuesten por fórmulas que permitan dar al transporte público una percepción de seguridad y limpieza vírica. "Para ello se deben empezar a incrementar las frecuencias de parada, además de habilitar carriles exclusivos para buses, evitando atascos y tardanzas". Esto permitiría, según los expertos, que los pasajeros puedan respetar el distanciamiento social que los sanitarios aconsejan mantener, al menos hasta que llegue una vacuna.
"No podemos permitir que salir de la emergencia sanitaria signifique adentrarnos en otra crisis con mayor contaminación y mayor congestión"
Dentro del caos, la bicicleta se presta como el primer ladrillo para repensar las ciudades y vaciarlas, en la medida de lo posible, de coches privados y contaminación. "Es una oportunidad para hacer intervenciones rápidas y justificadas, pero que se puedan consolidar en el tiempo y nos permitan avanzar hacia otro modelo", asevera Fernández.
El riesgo de una regresión en materia de movilidad es real. El riesgo al contagio en el transporte público y la suspensión de sistemas de multas y zonas de bajas emisiones –durante la pandemia– podrían fomentar un aumento del uso del coche, por lo que los colectivos ecologistas empiezan a reclamar medidas ayuden a que la transición a la normalidad no suponga el destierro de las políticas verdes en los ámbitos urbanos. "No podemos permitir que salir de la emergencia sanitaria signifique adentrarnos en otra crisis con mayor contaminación y mayor congestión", zanjan desde Greenpeace.
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