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¿Quién es quién en el equipo de la ‘candidata’ Susana Díaz?

El relato de la presidenta andaluza hasta confirmar su salto a Ferraz lo vienen construyendo desde hace tres años cinco hombres de partido, veteranos incluso en intrigas y luchas internas para llegar a liderar el PSOE.

La secretaria general del PSOE-A y presidenta andaluza, Susana Díaz, junto al secretario de Organización, Juan Cornejo. (EFE)

DANIEL CELA

SEVILLA.- Susana Díaz cuenta con un amplio grupo de asesores en el Gobierno andaluz, personal de dentro y de fuera de la Administración, expertos en comunicación política cuyo trabajo consiste en anticipar cualquier crisis, le escriben discursos y le preparan los argumentarios para defender su gestión y para contrarrestar las críticas de la oposición. Pero el círculo de confianza de la sevillana, en el que se diseñan las estrategias para convertirla en secretaria general del PSOE, es mucho más reducido y reservado.

Lo conforman cinco hombres (ninguna mujer), que son quienes escoltan a Díaz, siempre un paso por detrás de ella, cuando camina por los pasillos del Parlamento andaluz o cuando llega a Ferraz para participar en un comité federal de partido: Máximo Díaz-Cano, secretario general de Presidencia de la Junta de Andalucía; Juan Cornejo, secretario de Organización del PSOE andaluz; Manuel Jiménez Barrios, vicepresidente de la Junta y consejero de la Presidencia; Mario Jiménez, portavoz parlamentario y ahora secretario de Organización de la gestora que pilota el partido; y Miguel Ángel Vázquez, portavoz del Ejecutivo andaluz. Ellos, a distintos niveles (antes, durante y después), construyen el relato político de Susana Díaz.

Los cinco hombres son mayores que la presidenta, pero comparten la misma cultura de partido, hablan el mismo idioma que Díaz. Los más mayores mandaron en el PSOE antes que ella, pero desde el punto de vista orgánico y político, Susana Díaz no representa ningún cambio generacional respecto a sus antecesores. Casi todos formaban parte del equipo de su predecesor al frente del Ejecutivo andaluz y del PSOE-A, el expresidente José Antonio Griñán, y todos siguieron más o menos en sus puestos cuando la sevillana tomó el mando.

Por orden de prelación, el primero sería Máximo Díaz-Cano, el arquitecto de la hoja de ruta de la sevillana para llegar a Madrid. Su trabajo de facto consiste en convertir a Susana Díaz en la próxima líder del PSOE federal y, a la postre, en la primera presidenta del Gobierno de España. Los otros cuatro hombres tienen repartidas otras tareas, con funciones orgánicas o institucionales, pero todos están supeditados a este objetivo, y por tanto, todos están supeditados a Díaz Cano. A este manchego de 56 años, delegado del Gobierno de Castilla-La Mancha entre 2005 y 2012, exconsejero de la Presidencia y portavoz de los gabinetes de José Bono y José María Barreda, se le atribuye la imagen pública que Susana Díaz se ha larvado en la política nacional en los últimos tres años (y que a veces tanto difiere del perfil que le conocen en Andalucía).

Esa proyección se ha ido construyendo a base de reuniones que Díaz-Cano le ha propiciado a la sevillana con notables del mundo de la economía y las finanzas, en el que hicieron de guías otros dos hombres importantes en el pasado y futuro de Susana Díaz: el banquero y presidente de la Fundación Cajasol, Antonio Pulido, y el economista José Carlos Díez, asesor en materia económica de la presidenta, y ahora hombre fuerte del PSOE en estas lides. Pero Díaz-Cano, convencido desde el principio de la inteligencia natural y de la habilidad política de la andaluza, también han ejercido de cicerón de ésta en los círculos de la política y la comunicación nacional, incluido ante notables de su propio partido que nunca habían oído hablar de ella (como Felipe González).

Se presentó como mujer de Estado, sin ambages, ante los catalanistas, y mostró un discurso desacomplejado, reivindicando las esencias del PSOE, ante el envalentonamiento de los jóvenes líderes de Podemos, que venían a comerle el terreno a los socialistas. Se dice que Díaz-Cano le abrió muchas puertas, pero es Susana Díaz quien tuvo la habilidad de haber convencido a los escépticos. Por eso ahora juegan en su equipo dirigentes del PSOE que hace tres años no la tomaban en serio: el expresidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, que le ha brindado en abierto su conocido optimismo; José Blanco, José Bono, Elena Valenciano o Alfredo Perez Rubalcaba, que ahora parece haber antepuesto su preocupación por el riesgo de fractura interna que vive el partido (el aparato contra la militancia; el PSOE del norte contra el PSOE del sur) a su amistad con Patxi López, y a su inicial recelo hacia la andaluza.

Cuando Griñán decidió que su sucesora sería Susana Díaz, y no Mario Jiménez, el único del Gobierno andaluz que lo supo antes que ella fue Díaz Cano. Hombre calculador y paciente para unos, intrigante para otros (pareciera salido de un libro de Stefan Zweig). Antes de diseñar la estrategia de Díaz para alcanzar la secretaría general del PSOE hizo lo propio para Carme Chacón en el 38 congreso federal de Sevilla, que la catalana perdió frente a Rubalcaba. Sabe de gestoras, porque fue portavoz de aquella que presidió Manuel Chaves, y que organizó el 35 congreso del que saldría elegido Zapatero. Sin embargo, sus maniobras en la sombra saltaron por los aires en aquel virulento comité federal del pasado 1 de octubre, en el que Díaz salió finalmente a campo abierto y encabezó la revuelta de los barones territoriales contra el exlíder Pedro Sánchez, forzando su dimisión. Díaz-Cano tiene más predicamento en Madrid que en Andalucía, entre compañeros de partido y entre periodistas, pero no le preocupa porque su objetivo no es quedarse en tierras andaluzas. Algunas de sus opiniones, como la de abstenerse en la investidura de Mariano Rajoy, no fueron compartidas por todos los asesores andaluces próximos a la presidenta, sin embargo, al final Díaz defendió el criterio del manchego frente al del resto.

Así es la estrategia: Cornejo en el partido y Jiménez Barrios en el Gobierno salen a decir lo que la presidenta no quiere verbalizar, porque está midiendo los tiempos hasta el último minuto, y porque juega a la equidistancia

La retaguardia de Susana Díaz en Andalucía la cubren dos veteranos del partido: uno es su número dos en el PSOE-A: Juan Cornejo, y el otro es su número dos en la Junta de Andalucía: Manuel Jiménez Barrios (Chiqui). Ambos rondan los 60 años, son socialistas de la vieja guardia y llevan en el ADN la defensa del PSOE por encima de cualquier otra consideración política. Nadie les tuvo que explicar -como más tarde diría el presidente de la gestora, Javier Fernández- que tras el fracaso electoral de las generales de diciembre de 2015, la única salida era retirarse a la oposición y empezar a reconstruir el partido. A Susana Díaz le da cierta tranquilidad que ni Cornejo ni Jiménez Barrios tengan ambición por sucederla al frente del partido o del Gobierno andaluz (aunque no está claro que al segundo no le toque finalmente una presidencia de transición si al final los barones presionan a Díaz para que deje la Junta para pilotar el PSOE). Ellos son los principales damnificados de los silencios eternos de la presidenta, ante la prensa y sus constantes preguntas de si será candidata. Desde el principio, la estrategia es así: Cornejo en el partido y Jiménez Barrios en el Gobierno salen a decir lo que la presidenta no quiere verbalizar, porque está midiendo los tiempos hasta el último minuto, y porque juega a la equidistancia.

Cornejo también tiene la importante labor de coordinar a los ocho secretarios provinciales del PSOE-A, asegurarse de que la federación más potente del partido se mantiene unida, cohesionada en torno a Díaz, y que en todo este impasse hasta que la presidenta dé el salto no resurjan los críticos. El secretario de Organización del PSOE-A es un hombre moderado, pero le cayó encima el encargo de negociar directamente con el sector de Pedro Sánchez en aquel comité federal que saltó por los aires.

Paco Reyes reunió 120 firmas en el comité federal para presentar la moción de censura contra Sánchez 

Otra persona de confianza de Díaz en el partido, que no está en la mesa de camilla donde se pergeña su salto a Ferraz, pero sí suena como posible relevo en Andalucía, es Paco Reyes, el secretario provincial del PSOE de Jaén. Reyes era el líder provincial más crítico con la ejecutiva de Griñán, por eso fue al primero que visitó Susana Díaz cuando éste le anunció que sería su sucesora. La sevillana se alió con su principal crítico en un movimiento calculado que tantas veces repetiría después. Luego Reyes fue quien logró reunir 120 firmas en el comité federal para presentar la moción de censura contra Sánchez (determinante para desatascar la votación a mano alzada sobre el congreso exprés) y quien organizó el multitudinario mitin de Zapatero en Jaén donde el expresidente anunció su apoyo a Díaz.

Del grupo de cinco hombres de la presidenta, quien llegó más retrasado y ha ido recuperando la estrecha confianza de Díaz es el actual portavoz de la gestora, Mario Jiménez. Ambos, provenientes de las Juventudes Socialistas Andaluzas, fueron los políticos duros, hacia dentro y hacia fuera, de la ejecutiva de Griñán en el PSOE-A. El expresidente tardó en decidir quién de los dos sería el sucesor. Cuando tomó el mando, Díaz eliminó el puesto de vicesecretario general que ocupaba Jiménez, y prefirió que éste se ciñera a la portavocía del grupo socialista en el Parlamento. En este puesto el onubense hace gala de su colmillo afilado, despliega toda su dialéctica dura contra la oposición, sobre todo contra el PP y Podemos (a quienes trata por igual). Su puesto en la gestora demuestra la renovada confianza que Díaz tiene en él. Algunos creen que es el político con más peso dentro del partido para liderar el PSOE-A si la sevillana se marcha a Ferraz (otros incluso le sitúan en las quinielas para presidente de la Junta), pero su perfil duro no convence a todos los secretarios provinciales del partido. De momento, su servicio a la estrategia de ascenso de Susana Díaz consiste en hacer de parapeto con la oposición y soliviantar a los partidos que acusan a la presidenta de estar más centrada en liderar el PSOE que la Junta.

El último de los cinco allegados a Díaz es el portavoz de su Gobierno, el periodista Miguel Ángel Vázquez, que tiene la difícil tarea de separar lo institucional de lo orgánico, una línea que la presidenta y líder del PSOE-A ha hecho cada vez más fina. Vázquez fue diputado por Sevilla hasta 2012, cuando Díaz, entonces líder provincial, lo deja fuera. Griñán lo rescata como portavoz de su Ejecutivo, y más tarde la presidenta lo mantiene en el cargo. Su papel ahora es defender machaconamente que la sevillana está centrada en Andalucía, que su gestión al frente de la Junta es notable, y que sirve como contraste a las políticas de austeridad de Rajoy.

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