a coruña
Actualizado:La marcha de Alberto Núñez Feijóo dejó en el PP gallego una molesta y para algunos angustiosa sensación de orfandad. Porque en los 16 años que el líder de los populares estuvo al frente del partido, 13 de ellos como presidente de la Xunta, consolidó una maquinaria política de tanta eficacia y magnitud que son muy pocos los resortes del poder, la economía y la empresa del país que no dependen de ella.
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"Lo que algunos temen es que Rueda [Alfonso Rueda, nuevo presidente de la Xunta] no sea capaz de controlar el nuevo reparto, y no hablo solo del diseño del Gobierno de la Xunta o del partido, sino de todo lo que depende de sus respectivas estructuras", asegura una fuente próxima a la dirección del PPdeG que prefiere no desvelar el nombre. "De momento todo parece controlado, pero es cierto que en algunos círculos noté cierto nerviosismo", añade esa voz.
En el ámbito popular no lo explican con las palabras que siguen aquí, pero en el fondo presumen de que la red clientelar que se fue tejiendo en el partido en la era Feijóo tuvo éxito gracias precisamente a que éste fue muy cuidadoso para no dejar a nadie en la estacada. ¿Seguirá siendo así a partir de ahora? ¿Estará Rueda a la altura de ese croupier que precisa el PP para controlar ese "nuevo reparto"?
En algunos de sus momentos más críticos, el Partido Popular, en Galicia y Madrid, no supo ser el puerto de abrigo que se supone debía ser para aquellos de los suyos que, por uno u otro motivo, fueron cayendo en desgracia. El mejor ejemplo es el antecesor de Feijóo, Pablo Casado, pero incluso sin contar a quienes pasaron del ministerio o del escaño directamente a la cárcel, hay otros ejemplos en muy variados contextos y circunstancias espaciotemporales de exdirigentes que transitaron del todo a la nada en un suspiro. De Alberto Ruiz Gallardón a Xosé Cuíña, pasando por Manuel Pimentel, Alberto Fernández Díaz y María San Gil, entre otros y otras.
No parece que Feijóo vaya a dejar más cadáveres políticos en Galicia. Por lo menos, su trayectoria reciente indica que quien se arrima a él tiene garantizado un lugar en el cielo de los cargos públicos o de los consejos de administración de las grandes empresas con las que sus gobiernos trataron.
Véase, por ejemplo, a Beatriz Mato, exconselleira de Trabajo y Bienestar y de Medio Ambiente y Territorio, a quién Feijóo encomendó en 2019 recuperar la Alcaldía de A Coruña y que no lo logró. Renunció de inmediato a su cargo de concejal y a su escaño en el Parlamento de Galicia para volver a ser "conselleira", pero esta vez de Euskaltel y de Greenalia. La primera había comprado R, la operadora gallega de móvil, cable y televisión, y la segunda es la compañía eólica que creció exponencialmente al tiempo que la Xunta le concedía licencias para construir sus primeros parques de molinos, instalaciones fotovoltaicas y plantas de biomasa.
Ni a Mato ni a Feijóo les parece que eso tenga nada que ver con las puertas giratorias, ni lo consideran incongruente con la literalidad de la ley de incompatibilidades de la Xunta y los altos directivos de la Administración autonómica: "Durante los dos años siguientes a la fecha de su cese, los cargos comprendidos en el ámbito de aplicación de esta ley [es decir, Mato entre ellos] no podrán realizar actividades privadas relacionadas con expedientes sobre los que dictaran resolución en el ejercicio del cargo", dice el artículo 3.5 de esa norma, aprobada en 2016.
Claro que a Mato le habían dado malos ejemplos, porque otro conselleiro de Medio Ambiente de Manuel Fraga, Carlos del Álamo, se sienta desde hace años en el Consejo de la celulosa Ence junto a Isabel Tocino, ex ministra de Medio Ambiente de Aznar. Y comparte consejo en Greenalia con Antonio Couceiro, ex conselleiro de Industria de Fraga y también presidente del Deportivo, a su vez propiedad de Abanca. Por cierto, que el último presidente de las cajas públicas antes de que Feijóo promoviera su venta a Juan Carlos Escotet, que las renombró como Abanca, fue José María Castellano, ex vicepresidente de Inditex y presidente de Greenalia. De Feijóo al cielo pasando por Zara. Por cierto (bis): Luzes no ha podido saber cuánto cobra Beatriz Mato en Greenalia.
El tránsito de una consellería a un escaño bien remunerado en un consejo de administración es algo habitual en el PP de Feijóo, incluso si se trata de empresas públicas. Valgan si no otros ejemplos, los de un y una conselleira de Sanidade. Jesús Vázquez Almuíña, médico de profesión, fue conselleiro entre 2015 y 2020. En noviembre de ese año, al poco de cesar, fue nombrado presidente de la Autoridad Portuaria de Vigo, donde ahora cobra un salario de unos 90.000 euros anuales.
La Autoridad Portuaria es de titularidad estatal, pero la propuesta de nombramiento de su presidente la hace el presidente de la Xunta. Es decir Feijóo, quien pese a haber cesado a Vázquez Almuiña no debió dudar de su capacidad, ya que no tenía hasta entonces otra relación con el puerto de Vigo que ser de Baiona.
La antecesora de Vázquez Almuíña en la Consellería de Sanidade fue Rocío Mosquera, a quién Feijóo destituyó por la cuestionada entrada en funcionamiento del nuevo hospital de Vigo. Mosquera ya había sido muy criticada por negar la pacientes afectados por la hepatitis C el tratamiento que precisaban y que les prescribían sus médicos, lo que provocó que varios de ellos fallecieran. También por haber arreglado, según una sentencia del Tribunal Superior de Xustiza de Galicia, una oposición para que su marido, Manuel Bustamante, obtuviera la plaza de jefe del servicio de Cirugía General del hospital Clínico de Santiago.
Aunque la destituyó en el 2015, la reubicó hace cuatro años al frente de Galaria, la empresa pública de la Xunta que tiene encomendada la prestación de servicios de tecnología sanitaria. Cobra unos 70.000 euros al año. A algunos les sorprendió que Vázquez Almuiña anunciara el nombramiento de Mosquera un mes antes de que el Diario Oficial de Galicia convocara la supuesta provisión de la plaza de Galaria. A otros, no les pareció tan raro que estuviera públicamente concedida de antemano.
Otra exconselleira, Marta Fernández Currás, que lo fue de Facenda hasta que Mariano Rajoy la nombró secretaria general de Presupuestos de su Gobierno, fue cesada en 2016. Ese mismo año se incorporó a Ernst & Young España como socia responsable del área fiscal en Galicia y socia del área de sector público.
Por cierto (tris): Feijóo no solo cuida sus exconselleiros. El exregidor de A Coruña, Carlos Negreira, quien lo acompaña en una íntima amistad desde que ambos estudiaran Derecho en Santiago, opositaran en los noventa para obtener una plaza en los servicios jurídicos de la Xunta e incluso ocuparan despachos en sus años locos de sindicalistas, dejó la alcaldía coruñesa en junio del 2015 y la presidencia del PP local en abril del 2016. Ese mismo mes se incorporó a WindOne Advisors, la empresa de asesoría que preside y que tiene como su primer valor la "ética como elemento integrador de todas las decisiones empresariales".
WindOne tiene sede en A Coruña, en la plaza de Galicia, a siete minutos en coche, según Google Maps, de la plaza de María Pita, donde, a su vez, tiene su sede el Ayuntamiento de la ciudad. Pocos días antes de que Negreira fundara WindOne Advisors, agentes de la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal acudieron la María Pita para registrar las dependencias del Pazo Municipal en busca de pruebas de que su Coporación había entregado irregularmente dos contratos de 2,3 millones de euros para la gestión de las bibliotecas municipales al Grupo Eulen. La directora para Galicia y el noroeste de la Península de esa empresa es Micaela Núñez Feijóo, que fue ascendida precisamente ese año.
La denuncia partió de una empresa que había concurrido al mismo concurso, sorprendida de que se borrara de las bases del procedimiento sin previo aviso la condición de que la concesionaria debía demostrar experiencia contrastada en el sector. Eulen la tenía, pero no en el sector de la gestión de bibliotecas, sino nos de la seguridad y la limpieza.
Quienes conocen a Feijóo dicen que gusta de estar siempre cerca de sus amigos, y a Negreira, si él quiere, no lo tiene muy lejos. WindOne Advisor tiene otra sede en Madrid, en la calle Álvaro de Baena, a veinte minutos en coche de Génova, 13, según Google Maps.
A quién no podrá tener tan cerca, por lo menos físicamente, es a otro de sus íntimos, Alfonso Rueda, quien siempre negó que aspirara a sucederlo, pero que se convirtió en presidente de la Xunta este mismo mes de mayo. Pasó de ser el número tres de las listas del partido por Pontevedra en el 2020 al número uno del país en el 2022. Según una encuesta de Sondaxe realizada en febrero pasado, más de la mitad de los gallegos no conocían al que llevaba diez años de vicepresidente e iba ascender digitalmente a presidente.
El que no va a ser por ahora presidente de la Xunta es el número tres de A Coruña en las listas del 2020, aunque ya lo fue de la Diputación de esa provincia. Pero Diego Calvo, que también acompaña a Feijóo desde sus inicios –nada más llegar al poder en el 2009 lo nombró delegado de la Xunta en A Coruña con 34 años recién cumplidos– también tuvo su ascenso: con 47 años es el encargado del poderoso comité electoral del PP estatal, que según los estatutos del partido decide y/o ratifica los nombres de las candidaturas al Congreso, al Senado, a las comunidades autónomas, al Parlamento Europeo y a los ayuntamientos de más de 20.000 habitantes.
Calvo es vicepresidente segundo de la Xunta y acaba pronunciarse a favor de la bajada del 50% en el impuesto de la patrimonio que ha decretado el Gobierno al que pertenece, argumentando que a las familias "les cuesta llegar a fin de mes", pero sin citar que esa rebaja afecta sólo a quienes poseen bienes y dinero en metálico por valor de más de dos millones de euros. Calvo tiene una retribución anual como vicepresidente de la Xunta de 69.517,32 euros.
No ha sido posible saber cuánto ni de quien cobrará Miguel Tellado, exdiputado en el Parlamento gallego, exsecretario general del PP de Galicia y hoy senador por designación autonómica y vicesecretario de Organización Territorial del PP de España; ni Mar Sánchez Sierra, la todopoderosa exsecretaria general de Medios de Feijóo, que la convirtió en directora de Comunicación de Génova, 13; ni Álvaro Pérez López, exsecretario general de Presidencia y coordinador de los grupos del PP en el Senado, el Congreso y la Eurocámara; ni Marta Varela Pazos, que pasará de la jefatura del gabinete en San Caetano a la jefatura del gabinete del presidente en Madrid.
Feijóo tampoco ha abandonado a los cargos de su círculo más íntimo en Presidencia, como José Ramón Lete Lasa, secretario xeral para el Deporte y ex presidente del Consejo Superior de Deportes del Estado; y Antonio Rodríguez Miranda, secretario xeral de Emigración. Como antencedente, sirva que Feijóo no olvidó a Rodríguez Miranda después de enviarlo a plantar cara a Manuel Baltar, presidente de la Diputación de Ourense, para impedir que heredara de su padre la presidencia del PP en esa provincia.
Rodríguez Miranda fracasó, pero el líder de los populares le buscó otro hueco a su lado. Por cierto, por cuarta vez y hablando de Baltar, ese hombre de rostro afable que de vez en cuando se cuela en el cielo de los presidentes de la Xunta. ¿Seguirá mandando en su paraíso particular a la espera de que se derrita la cera de las alas de Feijóo y de Rueda, o ellos provocarán antes su caída?
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