Este artículo se publicó hace 4 años.
GaliciaEl repunte en A Mariña marca el fin de campaña en Galicia, la más atípica de su historia
La última semana de campaña electoral ha puesto nervioso a un PPdeG que las tenía todas consigo: una holgada mayoría absoluta el 12J. La falta de anticipación para detener la expansión del virus en la comarca lucense y un temor al contagio pueden impulsar la abstención en una población afín al PP.
Santiago De Compostela-
A las puertas se ha quedado el PPdeG de una campaña impoluta. Después de haber construido a lo largo del estado de alarma su estrategia electoral, el castillo de naipes se derrumbó por la ausencia de lo que tanto presumió Alberto Núñez Feijóo: la anticipación de la Xunta de Galicia. El pasado domingo se hizo evidente con un confinamiento de cinco días para la comarca de A Mariña (Lugo) con una cifra de positivos que continúa subiendo hasta los 182 casos, pero el temor a empañar la gestión de Feijóo y a perder votantes impide el aplazamiento de los comicios en esta región, en contra de las peticiones de sus alcaldes.
La pandemia aupó a Feijóo y solidificó su mandato y desde las filas de los populares no estaban dispuestos a convertirla en el sprint final en su talón de Aquiles. Sin embargo, el nerviosismo se apoderó del PPdeG y el grupo terminó por utilizar a su favor el miedo a infectarse por ser el único partido en Galicia que ha gobernado durante la pandemia y con experiencia para continuar haciéndolo. De hecho, el presidente no escuchó ninguna propuesta proveniente de la oposición y evitó durante los meses de estado de alarma rendir cuentas ante la Diputación Permanente, por ello el mandato durante la covid-19 fue unilateral y siguen sin resolverse a día de hoy cuestiones como la crisis sanitaria en las residencias de mayores, en donde se produjeron la mitad de las muertes por coronavirus en Galicia.
Como una máquina de propaganda afín al PP, los medios gallegos consiguen distanciar a Feijóo de la situación crítica de A Mariña con titulares que subrayan las reflexiones positivas de la Xunta y que dibujan un electoralismo por parte de los alcaldes, ya que los que pidieron la suspensión -10 ediles de 14- pertenecen al BNG y al PSdeG-PSOE. "Se ha hecho un daño innecesario a nuestra reputación como destino seguro y se ha politizado un brote, que es una cuestión sanitaria", añadió Feijóo en una entrevista en los Desayunos de TVE. Cree que detrás de los alcaldes y de las fuerzas parlamentarias se oculta el objetivo de "provocar la abstención, sobre todo del electorado mayor", ya que es buena parte del perfil votante del PP y asegurado: Según el CIS, el 38% de mayores de 65 años votan al PP y el 50% califica su gestión en los últimos años como "muy buena".
El presidente negó durante el golpe más duro de la pandemia unas elecciones autonómicas que sí estaban en su agenda y que pensaba convocar en verano
Además, en la entrevista en la televisión pública el presidente de la Xunta terminó diciendo junto con el lehendakari vasco, Iñigo Urkullu, que lo "mejor" es celebrar elecciones "inmediatamente después del confinamiento, porque el virus se habrá movido menos". Y es que el presidente negó durante el golpe más duro de la pandemia unas elecciones autonómicas que sí estaban en su agenda y que tenía pensado convocar en verano, ya que cuanto más tardase, tendría menos posibilidades de renovar su cuarto mandato. Un precedente habría marcado el año electoral de Feijóo y enturbió la victoria de los populares antes de que llegase la covid-19: el cierre del paritorio de Verín (Ourense).
La movilización social y el feminismo consiguieron parar la iniciativa del Gobierno gallego, puesto que tras esa decisión las mujeres embarazadas tendrían que trasladarse hasta 100km a un hospital de Ourense, y su ciudadanía no pasó por alto el desmantelamiento del hospital comarcal. Los compañeros de su partido en el territorio ourensano le dieron la espalda a la Xunta y durante casi dos meses que tardó en reabrirse el servicio, la decisión del cierre se convirtió en uno de los errores políticos más graves del mandato de Alberto Núñez Feijóo, que marcó el 8M en Galicia.
Ya en febrero y entrando en precampaña, afeando más el escenario para los populares, detienen a un socio de Feijóo, el exdirector general de Pemex, Emilio Lozoya, por una presunta implicación en la trama de corrupción de la constructora brasileña Odebrecht. El 9 del mismo mes, una manifestación histórica en Galicia recorrió las calles de Santiago de Compostela a favor de la sanidad pública, en contra de los recortes del PPdeG y del coqueteo con la sanidad privada que los populares también tacharon como propaganda por parte de la oposición. Los datos empezaron a salir a escasos dos meses de las elecciones: el tercer mandato de Feijóo, el del menor ritmo legislativo en Galicia en los últimos 20 años desde la legislatura de Fraga. La media anual del PPdeG es de siete leyes frente a las 12 o 13 habituales.
Este último mandato de Feijóo ha sido el de menor ritmo legislativo de Galicia en los últimos 20 años desde Fraga
Feijóo intentó salvar algunos votos siguiendo el ejemplo de su predecesor Fraga, que obsequiaba a sus posibles simpatizantes con comilonas, anunciando en precampaña dos millones de euros a medios de comunicación, pero no le haría falta mucho más: cinco días después canceló con País Vasco las elecciones autonómicas por el estado de alarma. Desde entonces, Feijóo negó algún interés en volver a reactivar la convocatoria electoral, incluso llegó un acuerdo con la oposición que luego incumpliría sobre convocarlas dos meses después del estado de alarma. Eran un tren que los populares no podían dejar escapar. Lo mismo que impidió que el PPdeG perdiese votos en las inexistentes elecciones del 5 de abril impulsaría meses más tarde que los recuperase. Por ello, Feijóo tuvo el trabajo de encargarse de gestionar una pandemia y a la vez, amarrar la victoria lo antes posible.
Una montaña rusa que termina en las urnas
El 29 de junio tuvo lugar un debate a siete en la Televisión de Galicia y todavía ahí mucha población gallega se percató de que su comunidad celebraba elecciones, las mismas que llevaban convocadas desde el 18 de mayo. La confusión continuó con la fragmentación de la izquierda gallega y las coaliciones que en el 2016 concurrían bajo la marca de En Marea, pero que ahora se presentan por separado: Galicia en Común y Marea Galeguista. Como la segunda está encabezada por En Marea, la alianza que consiguió convertirse en segunda fuerza en los pasados comicios, gozan de los privilegios del tiempo en antena y cobertura de la información.
Su concurrencia resultó extraña para el resto de grupos, puesto que En Marea no tenía pensado presentarse en las pasadas de abril después de que su líder Luís Villares se retirase por intentar aunar a toda la izquierda gallega, algo de lo que los grupos progresistas están muy lejos, aunque el PSdeG-PSOE, BNG y Galicia en Común simpaticen con una coalición después del 12 de julio.
Ni Ciudadanos ni Vox tienen representación parlamentaria en Galicia
Varias caras nuevas se presentaron en el debate: Antón Gómez Reino, diputado en el Congreso y mano derecha de la ministra Yolanda Díaz, candidato por Galicia en Común; Pancho Casal, cabeza por Marea Galeguista; Beatriz Pino por Ciudadanos, que no tiene representación en el Parlamento, al igual que Vox, que no cuenta con candidato oficial y la formación ultraderechista se decantó por Ricardo Morado como representante.
Por el otro lado, las figuras más conocidas: Alberto Núñez Feijóo, que ha tratado de alejarse de las siglas del PP y de la crispación política de sus compañeros de partido, siendo él o la Xunta de Galicia su propia marca; Gonzalo Caballero del PSdeG-PSOE, favorecido por los vientos de Madrid y el sanchismo, y por último pero la tendencia más destacada de los estudios demoscópicos, Ana Pontón y la subida enérgica del BNG, que puede situarse en segunda fuerza por delante de los socialistas.
En Galicia es impensable equiparar la visibilidad mediática que sustenta el PPdeG al resto de partidos, una marea de propaganda por tónica general que ha incrementado durante los meses de pandemia. Una baja participación en la comunidad puede terminar por aupar a Feijóo cuatro años más en el mandato y desplazar a los grupos progresistas que han intentado coger carrerilla durante los 15 días de campaña electoral para conquistar a un 31% de indecisos. Las cartas ya se han jugado y la campaña más atípica en Galicia ha llegado a su fin, lejos de besos y abrazos con los votantes, con mascarillas, con mítines reducidos y con una votación estival que ya es histórica.
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