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Guerra Rusia-Ucrania España, país europeo clave para romper con la dependencia gasista de Rusia

La presidenta de la Comisión ha anunciado que se buscan soluciones para romper la dependencia de la UE del gas ruso y para ello España es un enclave estratégico por un doble factor: su posición geográfica peninsular y su infraestructura para recepcionar, almacenar, regasificar y transportar el gas.

Una planta regasificadora en Barcelona.
Una planta regasificadora en Barcelona. ENAGÁS

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, se reunieron el sábado en Moncloa para hablar de la invasión de Ucrania y los efectos que las sanciones a Rusia van a tener en la economía europea.

Durante su intervención, Von der Leyen señaló que "la UE tiene que librarse del gas y el carbón ruso". La dirigente europea insistió en que el futuro de Europa pasa por la inversión en energías renovables y, en relación a la capacidad específica de España con el gas natural licuado, afirmó, en la misma línea que lo hizo a través de Twitter : "España desempeñará un papel muy importante en el abastecimiento energético de Europa y para ello tenemos que trabajar en las interconexiones entre la Península Ibérica y el resto de la Unión Europea". La jefa del Ejecutivo comunitario añadió que España es pionera en este sentido y que cuenta "con una gran cuota de energías renovables y capacidades GNL" en referencia a la recepción y almacenamiento de gas natural licuado (GNL).

Más allá de las renovables: la posición privilegiada de España como receptor global de gas

El 40% del gas que consume Europa proviene de Rusia. Esta dependencia ha hecho saltar todas las alarmas en la Unión Europea por el conflicto que se vive en Ucrania pero también ha puesto de manifiesto, más si cabe, el papel de España como un aliado estratégico para reducir las necesidades de suministro desde Rusia.

España es un enclave perfecto para transitar gas a Europa por un doble factor. Por un lado, gracias a su posición geográfica peninsular, lo que permite el transporte y llegada de esta materia prima por dos mares y conexión marítimo-terrestre entre dos continentes. Y por otro, porque el país posee una de las mejores infraestructuras gasísticas del mundo.

Geoposicionamiento e infraestructuras convierten a España en un receptor global (si se hace un símil con las transfusiones de sangre, hablaríamos de "donante universal"). El país puede recibir gas en sus dos formatos: directamente en formato gas a través de los gasoductos que conectan con Argelia y Marruecos; o líquido en buques, gas natural licuado (GNL, o LNG por sus siglas en inglés), para una vez regasificado distribuirlo vía gasoductos a Europa. En otras palabras: España puede recibir gas (y luego transitarlo) desde casi cualquier parte del mundo.

Sin embargo, este perfil estratégico tiene una limitación: España carece de suficientes gasoductos interconectados con el resto de Europa (nuevos gasoductos requeriría también aumentar la actual capacidad de almacenamiento) para bombear todo el gas que se podría recibir en potencia de otros países. No cabe duda de que los fracasados proyectos del Midcat (un gasoducto de gran capacidad para unir el gasoducto de la costa levantina con Girona y Francia) y del Castor (el gran almacén frente a Castellón que hubiera servido de apoyo al Midcat) mermaron significativamente el gran potencial de España como "país de tránsito" de gas hacia Europa y factor clave para reducir el yugo ruso. El Midcat y el Castor duplicaban la capacidad española para bombear a Europa gas procedente de países distintos de Rusia.

España es, además, ideal para el tránsito de gas hacia Europa debido a su estabilidad política y a su geolocalización. Actualmente, el país recibe gas, por mar y gasoductos, de 14 países diferentes para distribuirlo hacia Europa, y cuenta con una infraestructura gasista de primera categoría. Según recoge la Asociación Española del Gas (Sedigas) en su último informe anual (correspondiente a 2020), España incrementó de seis a nueve el número de puertos que suministran GNL a buques de manera regular y cuenta con seis plantas de regasificación.

Además, existen cuatro almacenes subterráneos de gas y seis conexiones internacionales, que se dividen en dos con el Magreb, dos con Portugal y dos con Francia.

Mapa red de gas 2020
Mapa de infraestructuras gasistas de España y red de transporte. CNMC, Informe de supervisión de la gestión técnica del sistema

Gracias a su magnífica red de puertos y regasificadoras, España es, según datos de 2020, el principal importador europeo de GNL con 15,4 millones de toneladas. Le siguen Reino Unido, con 13,4, y Francia con 13,1.

El comercio de GNL no es sólo una importante estrategia para reducir o eliminar la dependencia del gas ruso; también se trata de un mercado en expansión y una vía de negocio muy importante. A nivel mundial, el comercio de GNL aumentó en 2021 un 6% hasta alcanzar los 380 millones de toneladas, según el informe anual LNG Outlook 2022, de la petrolera anglo-holandesa Shell.

Además, España es el país de la Unión Europea que mayor capacidad de almacenamiento de gas tiene. Según El Periódico de la Energía, España posee un tercio (el 35 %) de la capacidad de almacenamiento de gas natural licuado (GNL) en la UE más el Reino Unido, de acuerdo con los datos de la Gas Infrastructure Europe (GIP), la asociación de operadores europeos de infraestructuras de gas, que está compuesta por 67 compañías pertenecientes a 26 países.

La dependencia europea que se quiere evitar

Los países que integraron la llamada Comunidad de Estados Independientes (CEI) son los mayores exportadores de gas a Europa. La CEI estaba concebida como una suerte de "mercado común" en el que participaban las antiguas repúblicas sovieticas, una de ellas Ucrania hasta que en 2018 anuncia su baja.  

A la cabeza de la oferta de gas de todo el grupo estaba Rusia, con la compañía estatal Gazprom, la empresa más importante del país que controla el 15% de las reservas mundiales de gas. Gazprom está, por tanto, bajo el control de Vladimir Putin quien la considera un instrumento estratégico en su política internacional. De hecho, una de las primeras decisiones de Putin cuando llega a la Presidencia rusa en el año 2000 es hacerse con el control del sector energético (petróleo y gas) dentro de su plan para recuperar la entonces castigada economía del país, pero sobre todo para reposicionar a la Federación Rusa en la esfera internacional tras la desmembración de la antigua URSS.

Así, en el año 2005, la Federación Rusa ya tenía el control del 50,002% de Gazprom, que fue fagocitando la mayoría de las empresas privadas o de capital mixto del sector gasístico ruso en una renacionalización de toda la cadena de valor: desde la producción-yacimientos hasta la distribución (operación de gasoductos). Durante el proceso de toma de control del sector, Putin usó muchas argucias, tales como instar inspecciones de continuo contra las compañías objetivo, o plantar denuncias por mal funcionamiento (por contaminación, por corrupción,...) que se esfumaban cuando Gazprom se iba haciendo con ellas. 

La importancia de esta operación de renacionalización del sector energético ruso es fundamental para entender la relación de Putin con el resto de Europa. Para el presidente ruso, el control de la energía es un arma, la soga con la que tiene cogida a Europa por el cuello: el 70% del petróleo y el 65% del gas que exporta Rusia va a parar a Europa en donde el consumo del gas ruso es del 40%, con seis Estados miembros de la UE dependientes del gas ruso al 100%. 

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