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Llega a Londres la ópera de John Adams sobre la primera explosión nuclear

EFE

Los preparativos para la primera explosión nuclear de la historia en el laboratorio de Los Álamos (Nuevo México) en 1945, no parecen en principio, pese a lo dramático del tema, el material más idóneo para una ópera.

Sin embargo, al compositor estadounidense John Adams (Worcester, Massachusetts, 1947), le apasionan los grandes temas históricos a juzgar por sus óperas anteriores.

Suyas son también "Nixon in China" (1987) sobre el histórico viaje del presidente norteamericano Richard Nixon al país comunista asiático, y "La Muerte de Klinghoffer" (1990), en torno al secuestro por terroristas palestinos del crucero "Achille Lauro" en el Mediterráneo.

Para el libreto del "Doctor Atomic", estrenada en San Francisco en 2005 y que puede verse ahora, en la coproducción con la Metropolitan Opera de Nueva York, en la English National Opera de Londres hasta el 20 de marzo, Adams ha recurrido a su compatriota, el conocido director escénico Peter Sellars.

El título de "Doctor Atomic" alude claramente al "Doctor Faustus", la novela de Thomas Mann, versión moderna del viejo mito de Fausto.

La obra de Adams trata del dilema moral del equipo de brillantes científicos encabezados por J. Robert Oppenheimer que desarrollaron un arma capaz de acabar un día con el conjunto de la humanidad.

En su libro autobiográfico "Halleujah Junction", el músico estadounidense señala que la idea de dedicar una obra a ese momento tremendo del siglo XX se la inspiró la directora general de la Ópera de San Francisco, Pamela Rosenberg.

Para Rosenberg, la decisión de Oppenheimer de participar en el llamado Proyecto Manhattan del Ejército norteamericano y aprobar luego el lanzamiento de las primeras bombas sobre Japón constituye también un pacto con el diablo.

Como ha explicado el propio Adams, en lugar de crear un libreto totalmente original, Sellars utilizó material documental, poniendo en boca de los personajes históricos, entre ellos el físico Edward Teller o el general Leslie Groves, comandante del proyecto, palabras textuales extraídas de sus memorias o de entrevistas.

Pero además de un científico genial, Oppenheimer era un hombre cultísimo y amante de la poesía, y Adams y su libretista decidieron yuxtaponer al seco material documental pasajes líricos de poetas favoritos de aquél como John Donne, Charles Baudelaire o incluso del poema épico y libro sagrado del hinduismo Bhagavad Gita.

El recurso textual a los documentos históricos, sin profundizar en el conflicto interno de Oppenheimer y mostrar la evolución del personaje desde su izquierdismo inicial, ha suscitado algunas críticas.

Así, con motivo de su representación en Nueva York, un comentarista de "The New York Review of Books" se quejó de que los creadores no hubiesen considerado necesaria la dramatización de los personajes, que él consideraba elemental en una ópera, y los acusaba de dar por supuesto que todas los públicos compartirían su perspectiva claramente "antinuclear y antibélica".

Es una crítica seguramente excesiva para una ópera de gran expresividad musical y que tiene momentos corales muy potentes y otros de extraordinaria belleza lírica como aquél en el que solo en el escenario, Oppenheimer, encarnado por el barítono canadiense Gerald Finlay, recita en tono arioso un poema sagrado de John Donne.

Resulta también muy conmovedor el personaje de Kitty, la esposa de Oppenheimer, interpretado con apasionada intensidad por la mezzosoprano Sasha Cooke: su soledad, su necesidad de amor y su horror hacia la guerra son el contrapunto al mundo frío y cerebral de los científicos.

El equipo escénico, dirigido por Penny Woolcok, con Julian Crouch en los decorados y Brian MacDevitt, en la luminotecnia, contribuye a la brillantez del espectáculo.

Con independencia de las pegas que puedan ponérsele al libreto, "Doctor Atomic" demuestra que la ópera puede abordar cualquier tema y que sigue hoy viva como siempre.

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