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Actualizado:José Carlos Díez (Palencia, 1971) es profesor de Economía de la Universidad de Alcalá de Henares, donde dirige una cátedra sobre la Realidad Financiera. El economista considera positivo el plan de ayudas de la Unión Europea para estimular la economía española y hacer frente a la crisis desatada por el coronavirus.
Autor del libro De la indignación a la esperanza: Construir la España del bienestar es posible (Plaza & Janés), se muestra optimista ante el brocal del pozo, pero también convencido de que las pymes y el pequeño comercio deben adaptarse a los gustos y exigencias de sus clientes, un cambio que pasaría por la digitalización.
Toma el testigo en las entrevistas de Hoy es el futuro de Nieves Concostrina, periodista, divulgadora histórica y fábrica de titulares: "En España no habría rey y la Iglesia pagaría impuestos si se hubiese contado su verdadera historia".
¿Cuál es la fecha de caducidad de un análisis sobre la economía española?
Un mes, ¿no? Todo está muy condicionado por la pandemia y la cuarentena. Lo que ha impactado en la economía son las medidas de confinamiento para frenar el coronavirus. Los rebrotes también asustan a los consumidores, como se ha visto al hundirse las reservas de hotel. Y si las autoridades prohíben el ocio nocturno, no se vende alcohol… O sea, influyen tanto la reacción de los consumidores como la obligación de cerrar los locales.
Si la gente sale menos a beber o a cenar, se vende menos ropa, se va a menos espectáculos y eventos culturales, se cogen menos taxis… Es una cadena.
El impacto del coronavirus en el turismo durante este verano ya es irremediable, porque están llegando muy pocos viajeros. Sin embargo, ese otro consumo se había reactivado, pero si ahora hay que volver a restringir ciertas actividades económicas las consecuencias serán obvias.
El escenario probable es el de una pandemia más controlada, con los hospitales mejor preparados. Ahora bien, me sorprende que no se esté usando la tecnología para los rastreos, porque son analógicos o a través de llamadas telefónicas, lo que me parece patético. No creo que volvamos a ver un confinamiento completo, salvo que haya un caos y se colapsen los hospitales.
¿Podría permitírselo la economía española?
Un nuevo confinamiento supondría la quiebra de España. Si tienes que volver a cerrar durante un mes, el déficit público se dispararía y muchas empresas se irían al traste.
En algunos momentos de la pandemia, ¿usted se planteó que, a la hora de tomar medidas para atajarla, debía pesar más la economía que la salud?
No. Siempre he apoyado el confinamiento completo, sobre todo porque los hospitales habían colapsado y las ucis carecían de espacio.
¿Cree que fue, ha sido o sería acertado anteponer la salud a la economía?
Sí, porque un país no puede permitirse que sus mayores se mueran. Y todos tenemos padres y abuelos... Hubiera sido mejor haberlo prevenido antes, como hizo Alemania, que ha gestionado bien la pandemia con planificación y tecnología.
¿Qué tienen de bueno y de malo las ayudas a España de la Unión Europea?
De malo, nada. Y de bueno, el Banco Central Europeo permite que financiemos la emisión de deuda pública a tipo de interés cero, algo que sería imposible fuera del euro. Si no fuese así, estaríamos pidiendo un rescate al Fondo Monetario Internacional, como están haciendo algunos países.
Con la economía hundida, hace falta un plan de inversión pública, porque la inversión privada está muy asustada y desanimada. Como el Gobierno no podía afrontarlo —porque tiene el déficit muy alto—, lo va a financiar la Comisión Europea.
Por otra parte, también es positivo que esa inversión pública tenga una visión de política industrial y tecnológica, porque vas a invertir en lo que te permitirá generar PIB y subir el empleo y los salarios en los próximos años: sostenibilidad, economía circular, digitalización...
No vale cualquier inversión pública, sino que es un plan dirigido a los sectores donde Europa lleva más retraso —respecto a China y a Estados Unidos— y donde se puede potenciar la política industrial
¿Las ayudas implican más reformas y más flexibilidad, o sea, más eufemismos?
Bueno… Estás hablando con un economista reformista. Yo creo que las reformas no te las tienen que imponer, sino que las debe llevar a cabo cada país. Es decir, cualquiera entiende que habrá recortes en el gasto público.
Ninguna familia puede mantener indefinidamente unos gastos un 30 o 40% superiores a sus ingresos financiándolos con deuda. Todo el mundo comprende que eso es insostenible. Ahora bien, debes hacer un recorte inteligente de la forma más lenta posible para no frustrar la recuperación, como pasó en 2012.
Si usted fuese holandés, sueco o danés, ¿estaría contento?
Claro. Su situación económica es mejor que la nuestra, pero viven de vender sus productos a la Unión Europea. Si al resto de los países miembros les van bien, a ellos también.
No se va a despilfarrar el dinero y habrá controles para ver dónde se invierte. Si los proyectos no encajan, no obtendrán los fondos. El plan está muy bien diseñado y no es discriminatorio.
¿Quiénes están siendo los ganadores y los perdedores de esta crisis económica?
En términos de riqueza, las mayores fortunas están siendo las más afectadas porque son las que tienen las participaciones en bolsa, que han caído mucho. Y, en términos de renta, las muy bajas, que están volviendo a sufrir la destrucción de empleo y la crisis económica, como pasó en 2008.
Los sectores más afectados han sido el turismo, la cultura, el ocio, la hostelería y la restauración, tan importantes para la economía de nuestro país. Dado su peso, es la peor crisis que podías imaginar en España. En resumen, si ellos son los perdedores, la ganadora ha sido la economía digital.
Amazon se ha puesto las botas.
Evidentemente, pero también les ha ido bien a otras empresas de comercio electrónico. Me refiero a pymes españolas que han sabido comercializar con acierto y, gracias a ello, se han visto beneficiadas.
¿Decaerán los negocios, tiendas y establecimientos físicos y se impondrán los grandes centros de distribución que no atiendan a los clientes directamente, sino que funcionen como estafetas, o sea, como oficinas de mensajería?
Vamos hacia un modelo híbrido. No todo va a ser comercio electrónico, pero durante la pandemia la gente lo ha probado y se ha dado cuenta de que es posible.
Cuando digo que se impondrá un modelo híbrido, me refiero a casos como el de Inditex. Las tiendas de Zara tendrán menos ropa, aunque podrás hacer el pedido y te lo llevarán a casa, al tiempo que habrá la posibilidad de devolver las prendas en sus locales. Y lo mismo pasará con el teletrabajo: no todo va ser teletrabajo, si bien está claro que aumentará.
Si el teletrabajo se implantase y si el tipo de empleo lo permitiese, ¿deberíamos seguir viviendo donde está ubicada nuestra empresa? Muchos se plantean la idea de abandonar las grandes ciudades, irse a localidades más pequeñas o volver a su lugar de origen.
Debes tener buena conectividad y poder permitírtelo. Yo, por ejemplo, estoy pasando el verano en Alicante. Tengo un AVE a diez minutos de mi casa que me lleva a Madrid en menos de tres horas, por lo que puedo ir a una reunión y regresar en el mismo día.
Es una grandísima oportunidad para España, porque muchos nómadas del norte de Europa se vendrán aquí porque se vive mejor. ¿Qué haces en Londres si todo el día está lloviendo? [risas] ¡En algunos países te ponen el telediario a las cuatro de la tarde para que luego te vayas a dormir, tío! [risas]
El pequeño comercio no levanta cabeza. La hostelería, tampoco. ¿Cómo permanecer erguidos y mantener la vista al frente? ¿O el horizonte es tan brumoso que convendría pensar más en el día de hoy que en el de mañana?
El pequeño comercio ya sufría una crisis previa, pero el coronavirus la ha acelerado. Aunque es el que tiene más dificultad, debe adaptarse. Hay empresas que prestan servicios de digitalización a unos precios muy razonables.
Yo entiendo la digitalización como una forma de comunicarte con tus clientes. Y si estos quieren hacerlo así, debes contar con esos medios. Ahora bien, si no los tienes, tus clientes elegirán otra opción.
Sin embargo, una tienda pequeña, al contrario que un gigante de la distribución, no puede enviar gratis un producto ni luego pagar los gastos en caso de devolución, porque no le sale rentable.
Pues tendrán que encontrar otro modelo y buscar su nicho. De hecho, un pequeño negocio de ropa ya tenía problemas antes del coronavirus. Y la mayoría de las pequeñas tiendas en nuestras ciudades ya pertenecían a grandes cadenas.
Sea como fuere, ante ese horizonte turbio y borroso, ni el catalejo ni la venda en los ojos ayudan mucho... El autónomo abre la puerta de su negocio, se cruza de brazos y espera, pero los clientes no aparecen. ¿Cierro? ¿No cierro?
En marzo escribí un post en mi blog dirigido a las pymes y a los autónomos titulado Manual de consejos microeconómicos para empresas y familias durante el estado de alarma por coronavirus. En ese texto, que leído ahora resulta un tanto visionario, básicamente les explicaba cómo sobrevivir.
[José Carlos Díez proponía, entre otras medidas, "renegociar alquileres y otros gastos que consuman liquidez" y retrasar el pago de impuestos "para aliviar las tensiones de liquidez". En cuanto al despido de los trabajadores, advertía del riesgo de que "algunos empresarios aprovechen esta situación para tomar decisiones injustificadas", por lo que abogaba por protegerlos en los juzgados y por "tipificar sanciones para este tipo de comportamientos"]
Los consejos podrían resumirse en el lema del explorador Ernest Shackleton: resistir es vencer. Creo que cuatro meses después siguen vigentes: hay que cuidar la liquidez, controlar mucho los costes, identificar muy rápido el cambio en los gustos de los clientes y saber adaptarte, porque el mundo empresarial lo determinan ellos. Si no les gusta tu producto, la cosa está complicada...
Uno sale a la calle y se encuentra con una sucursal de una gran entidad bancaria reconvertida en un espacio de coworking con cafetería. Además de ofrecer un asiento, ¿cómo serán los bancos del futuro? O quizás los bancos ni tengan bancos...
Serán muy digitales, porque la gente va cada vez menos al banco, por lo que no es necesario el exceso de sucursales. No obstante, hay que tener cuidado con el mundo rural y la despoblación, porque podrían dejarlos en exclusión financiera. Pero en una gran ciudad habrá menos locales y serán más flexibles.
Con los tipos de interés bajísimos, si le tocase un millón de euros en la Bonoloto, ¿qué haría con el dinero?
Meterlo en mi fondo de inversión [risas]. Vamos a invertir en empresas innovadoras españolas y portuguesas con potencial de crecer y crear empleo.
Es un fondo de compromiso, porque tienen que pagar buenos salarios, ser sostenibles y cumplir otros requisitos. Está enfocado a esas empresas buenas que no se pueden dejar morir con la crisis.
Pero, sin echarle tanto morro, ¿en que otros cestos pondría sus huevos?
[Risas] Si no quieres riesgos, en un depósito bancario al 0% de interés. Si no te convence esa opción, no te queda otra que recurrir a la bolsa. El riesgo a corto plazo es alto, aunque la bolsa española está muy barata. Si no necesitas la pasta y compras acciones ahora, dentro de cuatro o cinco años habrás ganado dinero.
¿Le augura futuro a AirBNB o a quienes compraron pisos destinados al alquiler turístico?
Si la gente pidió hipotecas para adquirir esos apartamentos, va a sufrir. Ahora bien, las pandemias se acaban, porque tienen fecha de caducidad. Ahora es lógico que estemos asustados, porque además ha habido muchas muertes, pero yo no creo en el apocalipsis.
Si España cumpliese hoy treinta años, ¿cómo resumiría su biografía en una frase?
Un país de éxito —desde los años sesenta— que se confundió, perdió el foco con la burbuja inmobiliaria y todavía no se ha recuperado.
En 2018 escribió De la indignación a la esperanza. Construir la España del bienestar es posible (Plaza & Janés). ¿Lo sigue siendo?
Sí. Es más complicado tras la pandemia, pero el plan que reflejaba en el libro sigue vigente. De hecho, es lo que ha aprobado la Comisión Europea, porque yo ya proponía potenciar la sostenibilidad y la digitalización.
¿Cuál es la solución a esta crisis? Si existe, claro…
La solución es descubrir una vacuna y un medicamento para curar el coronavirus. Y luego una política monetaria y fiscal como la que están llevando a cabo los Gobiernos.
En cuanto a la política fiscal, el gran acierto de Europa —respecto a Estados Unidos— es que su plan de inversión está basado en la política industrial y tecnológica. O sea, no vale gastar en cualquier cosa. Desde el punto de vista económico, es óptimo.
¿La esperanza es lo último que se hipoteca?
Pues sí, ¿no? Ahora bien, como decía el gran filósofo griego Heráclito: "El carácter de un hombre es su destino". O sea, tú estado de ánimo marca tu destino. Obviamente, conservar la esperanza es duro, pero si lo consigues eso es lo que te mantiene vivo y te permite salir de la crisis.
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